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jueves, 28 de noviembre de 2024

Operación Carlota: una epopeya militar

Hace 42 años, el 4 de noviembre de 1975, comenzó la Operación Carlota, la epopeya internacionalista cubana en ese hermano país africano...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 05/11/2017
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Hermandad Cuba-Angola
Raúl Castro afirmó: “De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.

El 5 de noviembre de 1843, la Negra Carlota se sublevó machete en mano en el ingenio Triunvirato de Matanzas. Ese acto de rebeldía suyo dio nombre, más de un siglo después, a una de las operaciones militares internacionalistas más grandes de la historia: la Operación Carlota, iniciada de manera oficial el 4 de noviembre de 1975 y concluida 16 años más tarde, con el retorno a la Patria de los últimos cubanos de Angola.

Hoy, por cualquier lugar de la Isla caminan centenares de aquellos anónimos combatientes que en número que sobrepasaron los 300 000 hombres estuvieron dispuestos a dar su vida por la independencia del hermano país africano, alejado geográficamente a tantas millas de distancia, pero cercano en el corazón de los cubanos.

En Santa Clara vive el piloto que derribó con su Mig 23 un avión Mirage surafricano. Por sus rasgos asiáticos le dicen El Chino, y así todos le conocen, sin saber que fuera uno de aquellos héroes de la epopeya cubana en Angola; uno de los tantos valerosos pilotos que hicieron escribir en una pared de Calueque la frase lapidaria en lengua africander: “Mig 23, nos partieron el corazón”.

Y como él existen miles, quienes con nostalgia recuerdan momentos cruciales de sus vidas y cuentan a sus nietos anécdotas inverosímiles y locuras de jóvenes allí cometidas, pues fueron muchos los que participaron con edades que no superaban los 18 años, al ser convocados para marchar a Angola en cumplimiento del entonces Servicio Militar Obligatorio.

Gabriel García Márquez en 1977 escribió una hermosa crónica en la que revelaba anécdotas del altruismo de aquellos años, en que ir a Angola era un privilegio y negarse una total deshonra.

Los que lo vivieron, y leen estas líneas, saben muy bien que ese era el sentimiento predominante: bastaba el telegrama del Comité Militar para intuir de qué se trataba, y aunque inicialmente era un secreto militar, con el paso de los años se convirtió en una información que dominaban los ocho millones de habitantes de este país.

Escribía el colombiano Premio Nobel de Literatura: “Se sabe de un ingeniero calificado que se hizo pasar por chofer de camión, de un alto funcionario que logró pasar como mecánico, de una mujer que estuvo a punto de ser admitida como soldado raso. Se sabe de un muchacho que se fue sin permiso de su padre, y que más tarde se encontró con él en Angola, porque también su padre se había ido a escondidas de la familia. En cambio, un sargento de 20 años no consiguió que lo mandaran por ningún medio, y sin embargo tuvo que soportar con el machismo herido, que mandaran a su madre, que es periodista, y a su novia, que es médico”.

No fueron solo soldados y oficiales. También los artistas contribuyeron a alegrar las largas estancias de más de 24 meses en medio de lugares tan diferentes al nuestro, a aliviar las tensiones de la guerra y a demostrar que también con el arte se hacía Revolución.

Entre aquellos hombres y mujeres estuvo Silvio Rodríguez, quien el 15 de diciembre de 1975, apenas iniciada la epopeya angolana, le escribiera una carta a Alfredo Guevara, presidente del ICAIC. Breve, pero concisa, decía:

Primero un saludo y, sin rodeos, al grano: quiero que me des la oportunidad de irme a Angola. La argumentación creo que es obvia, la que podrá ofrecer cualquier revolucionario. Por otra parte, en mí, una gente que se formó en los años de la epopeya de Che y que más tarde, buena parte de su trabajo lo ha inspirado el internacionalismo, se hace necesidad casi angustiosa esta experiencia.

Me gustaría ir como combatiente, pero supongo que tú no puedes decidir semejante cosa. Así que sólo te pido que hagas lo posible por incluirme en la lista de los cineastas que por el ICAIC puedan ir. Creo que en este sentido puedo ser útil en la elaboración de textos y, por supuesto, en música y canciones.

Te informo que haré todo lo posible por esta decisión. El camino está meditado y escogido con serenidad y sin romanticismo.

Con un abrazo fraterno, Silvio Rodríguez

Fidel Castro dirigió personalmente desde Cuba toda la Operación Carlota. Dominaba tan al detalle el campo de operaciones militares que pareciera, al describir los lugares y demás, que estaba en medio del agreste paraje angoleño y no a miles de miles de kilómetros de distancia. Una vez más el Comandante en Jefe demostraba su genio militar y su vocación solidaria, expresada en una de sus célebres frases: “Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”.

No todos volvieron a la Cuba amada. Fueron unos 2 000 cubanos los que dejaron en aquellos lares africanos lo más preciado: su vida.

En su homenaje, y como cierre glorioso a más de 15 años de esfuerzo y lucha extraordinarios, el 7 de diciembre de 1991, de manera simultánea en cada uno de los 169 municipios del país, se desarrolló la llamada Operación Tributo. Ese día, coincidiendo con el aniversario 93 de la caída en combate de Antonio Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro, fueron depositados en suelo patrio 2 085 internacionalistas que cumplían misiones militares y 204 en tareas civiles.

Al decir de Fidel, en palabras de reconocimiento: “Estos hombres y mujeres a los que hoy damos honrosa sepultura en la cálida tierra que los vio nacer, murieron por los más sagrados valores (...) Ellos murieron luchando contra el colonialismo y el neocolonialismo (...) el racismo y el apartheid (...) el saqueo y la explotación de los pueblos del Tercer Mundo (...) por la independencia y la soberanía (...) por el socialismo, por el internacionalismo, por la Patria revolucionaria y digna que hoy es Cuba. Sabremos ser capaces de seguir su ejemplo”.

Han pasado ya 42 años del inicio de la Operación Carlota. Se viven otros tiempos, pero los caídos en Angola, Etiopía, Nicaragua y en otras tierras del mundo no están olvidados. Del país africano se regresó, como los espartanos de la antigüedad, con el escudo y sobre el escudo.

No hay palabras que encierren mayor simbolismo del altruismo desplegado por nuestro pueblo en aquellos años, que las expresadas por el entonces ministro de las FAR y General de Ejército Raúl Castro, cuando el 12 de diciembre de 1976, apenas comenzada la Operación Carlota, afirmara: “De Angola nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradecimiento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos hermanos caídos en el cumplimiento del deber”.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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