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lunes, 25 de noviembre de 2024

Los días en que Martí y Fidel tomaron Caracas

La historia uniría la vida de hijos ilustres de la patria cubana y latinoamericana, para convertirlos en parte del pueblo venezolano...

Bertha Caridad Mojena Milián en Exclusivo 23/01/2015
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Amanece en Caracas y como cada mes de enero miles de cubanos que residen o cumplen misión internacionalista por estas tierras se agrupan para rendir tributo al Apóstol cubano, al hombre que sin quitarse el polvo del camino llegó un 21 de enero hasta la legendaria Plaza Bolívar y se acercó al Libertador, como un padre cuando se le acerca a un hijo.

Su arribo a Venezuela había sido unos días antes por Puerto Cabello y llegó a la capital venezolana por el llamado Camino de los Españoles (recorrido La Guaira-Caracas), un punto alto de la geografía caraqueña en el que hoy se erige un monumento en su memoria y donde se aprecia una vista magistral de la ciudad.

Durante los meses siguientes, José Martí ofreció a los hijos de este pueblo su amistad, solidaridad y apoyo, su encendido verbo y sus conocimientos culturales, históricos, pedagógicos, y recibió de los de acá incontables muestras de respeto y cariño, admiración y respaldo a sus ideales independentistas y de unidad latinoamericana.

En sus palabras y acciones, quienes lo conocieron vieron una y otra vez renacer el espíritu de Bolívar y quedaron marcados por su sensibilidad humana, por su entrega absoluta a la liberación de nuestros pueblos, por su concepto de Nuestra América. Entonces ratifica ser hijo de Venezuela y su disposición de servirle.

Pero, la historia uniría la vida de hijos ilustres de la patria cubana y latinoamericana, para convertirlos en parte del pueblo venezolano. Más de un siglo después del paso del Héroe Nacional cubano por estas tierras, exactamente el 23 de enero de 1959, arriba a Venezuela el líder revolucionario Fidel Castro, reconocido ya como figura indiscutible del proceso de liberación de Cuba y del continente.

Era su primer viaje al exterior después del triunfo del primero de 1959 y había sido invitado a la celebración del primer aniversario de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, un importante paso para la liberación de este pueblo.

Cuenta el colega Luis Báez en su libro “Fidel por el mundo”, que desde los primeros instantes en que se inició el viaje, se apreciaba la ansiedad y satisfacción del líder cubano por llegar a tierras bolivarianas, embargado por un gran sentimiento de gratitud por la ayuda moral y material recibida desde Venezuela durante la lucha del pueblo cubano contra el dictador Fulgencio Batista. Junto a él, viajaban también figuras imprescindibles como Celia Sánchez, Pedro Miret y Paco Cabrera, entre otros.

El avión arriba a Caracas poco después de la una de la tarde, justo cuando la capital vislumbra sus mejores contrastes. Quizás por eso Fidel dice estar experimentando un momento extraordinario, se siente impresionado por la ciudad —entre cerros, montañas y edificios— y a su mente vienen una y otra vez recuerdos de la Sierra Maestra. “Ah!, si La Habana hubiera estado rodeada de esas montañas la guerra no hubiera durado tanto tiempo”, afirma.

Desde los primeros momentos de la llegada del líder cubano a Venezuela, se convierte en la principal noticia en todos los medios de comunicación. Algunos diarios resaltan la emoción de recibirlo por su esencia martiana y maceísta, y nombran la lucha que encabezó en Cuba como “la hazaña libertadora y libertaria más asombrosa de nuestro tiempo americano”.

A su paso por el Aeropuerto de Maiquetía, por las calles hasta llegar al Restaurant El Pinar y posteriormente hasta la Plaza El Silencio, se convierte en el hombre que todos quieren tocar, abrazar, mirar de cerca, saludar y en todo momento, Fidel ignora los protocolos y comparte anécdotas de la lucha en la Sierra Maestra ante un pueblo al que no le importa estar horas esperando para escucharlo. Lo llaman hombre insigne de América y tiene el alto honor de escuchar a Fabricio Ojeda cuando se refirió a “la hora de América”, a la justicia que había llegado y al espíritu de Revolución que estaba cabalgando sobre los suelos del continente.

Horas después, el día 24, lo declaran Huésped de Honor del Consejo Municipal de Caracas, le rinden homenaje en el Congreso como a un hijo de Venezuela y allí ofrece el cuarto discurso desde su llegada, antes de dirigirse al Aula Magna de la Ciudad Universitaria.

En el recinto universitario Fidel vuelve a confesar sentirse como en casa, en familia, recuerda sus años de lucha estudiantil, las manifestaciones en la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana. Luis Báez lo describe como un hermoso desorden, colmado de algarabía donde los estudiantes gritan, saltan, aplauden. Allí coloca sobre su cabeza una boina azul obsequiada por una joven estudiante y estrecha la mano del poeta Pablo Neruda, quien lo nombra el “genuino libertador de Cuba”.

Ese día concluye con una cena en Miraflores y una Conferencia de Prensa improvisada, para trasladarse el 25 al Hotel Humboldt, en la cima del Ávila, el lugar que más le impresiona por la magistral vista de la ciudad y la cercanía de las montañas que una y otra vez le hacen añorar la Sierra Maestra.

En la madrugada del 27 de enero de 1959, poco tiempo después de una conversación privada con el recién electo presidente Rómulo Gallegos, el primer ministro cubano se dispone a retornar a su Patria, contento y muy satisfecho por la visita realizada, por la acogida del pueblo venezolano, por las muestras de afecto y admiración hacia la Revolución que él encabeza. Ha sido un viaje intenso, prácticamente no ha dormido, pero quienes lo acompañan dicen que no muestra signos de cansancio.

Atrás, en Caracas, quedarán muchas anécdotas y un pueblo que lo acogió como a un hijo, más bien, como un héroe. Algunos lo llamaron entonces el “relámpago de la Sierra Maestra”, el “hombre insigne de América”; allí lo ovacionaron una y otra vez, allí dijo que la historia de América se había escrito con dolor, sudor, lágrimas y sangre, que no se podía dejar morir el espíritu de la Revolución, del pueblo.

En tierras caraqueñas el líder cubano hizo un recuento de la lucha de Cuba por su liberación y defendió el derecho de los cubanos a aplicar la justicia contra los asesinos de la dictadura; dijo que el concepto de Patria tenía un alcance mayor, porque incluía las pequeñas patrias que integraban la gran América. Allí también llamó hermanos a los venezolanos y se sintió impactado por las multitudes que lo aclamaban.

En la Venezuela de 1959 Fidel resaltó los conceptos de pueblo, de democracia, hizo su aporte monetario al Comité por la liberación de Santo Domingo y habló de la necesidad de una agencia informativa que defendiera los pueblos del continente ante las campañas mediáticas que tergiversaban sus realidades y daban voz a los poderosos.

Sintió una especial conmoción ante las montañas de Caracas, las que calificó como una “garantía de libertad” y avizoró el liderazgo que el país suramericano tendría ante los pueblos de América, con un solo destino para todos y el pensamiento bolivariano como estandarte.

Hoy, cuando miles de cubanas y cubanos desandamos estas tierras diariamente para aportar un poquito de mayor felicidad al pueblo de Bolívar y Chávez, se escucha aún hablar de Martí y Fidel como si caminaran y hablaran por estas tierras. Entonces, inevitablemente, se mencionan aquellos días de Enero, aunque en siglos diferentes, en que estos dos hijos de América, tomaron Caracas.


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Bertha Caridad Mojena Milián

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.


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