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domingo, 24 de noviembre de 2024

La bestia en fuga

El tirano Gerardo Machado, a quien Martínez Villena calificó de “asno con garras”, tuvo que huir del país ante la insubordinación del pueblo...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 12/08/2013
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Gerardo Machado
El gobierno de los Estados Unidos declaró públicamente el 9 de agosto que Machado debía renunciar.

A Gerardo Machado le gustaba usar frases hechas. Al tomar posesión de la presidencia, prometió a los inversionistas yanquis: “Una huelga no me durará más de un cuarto de hora”. Ante una proclama del estudiantado, dijo: “A mí nadie me tumba con papelitos”.

Durante su presidencia (1925-1933) construyó la Carretera Central, el Capitolio y asesinó a miles de cubanos. Su primer crimen lo cometió en el tercer mes de su mandato, cuando sus esbirros ultimaron al periodista Armando André. Igual suerte corrieron líderes obreros como Enrique Varona y Alfredo López.

A Julio Antonio Mella lo expulsó de la Universidad y lo encarceló sin pruebas, bajo la acusación de terrorista. Ante tal arbitrariedad, el joven dirigente se declaró en huelga de hambre. A interceder por él ante el mismísimo Machado fueron el periodista Muñiz Vergara y el poeta Rubén Martínez Villena.

Lejos de hallar a un interlocutor coherente, los dos intelectuales se toparon con un histérico que solo sabía decir, entre espumarajos de rabia: “A Mella yo lo mato, carajo, lo mato”.

Pocos minutos después, al relatar el encuentro a Fernando Ortiz y Pablo de la Torriente Brau, en el bufete del primero, Rubén concluiría: “Es un salvaje, un animal, una bestia..., un asno con garras”. Con ese sobrenombre trascendió el tirano a la posteridad.

En 1933 el país se tornaba ingobernable. A la torpe política azucarera del régimen se sumaba la crisis económica mundial y la brava dada por Machado en 1927 al prorrogarse en el poder por seis años más.

Estados Unidos envió como embajador en Cuba a uno de sus mejores diplomáticos, Benjamín Sumner Welles, para mediar entre el gobierno machadista y la oposición, con el fin de evitar el triunfo de una revolución popular. El sátrapa advirtió: “No abandonaré la presidencia hasta el 20 de mayo de 1935”.

Como en casi todo lo demás, se equivocó

EL COMIENZO DEL FIN

A finales de julio de 1933 una impositiva y arbitraria disposición de un alto funcionario machadista provocó un paro en un pequeño paradero de ómnibus. La represión fue tremenda. Todos los trabajadores de ómnibus y tranvías de la capital se fueron a la huelga.

En solidaridad, los estibadores paralizaron sus faenas. No había terminado el mes y ya se habían integrado al movimiento huelguístico los tipógrafos, los periodistas, el comercio. Santa Clara se solidarizó con la capital y se puso en pie de guerra contra la tiranía.

En Pinar del Río, tabacaleros, transportistas y empleados públicos se unieron al paro. Santiago de Cuba se lanzó a la calle y en la represión resultó abatida a balazos la joven comunista América Labadí. Se incorporaron a la huelga los médicos capitalinos y los ferroviarios camagüeyanos.

Los obreros ocupaban centrales azucareros en todo el país. Cuba se hacía cada vez más ingobernable. Machado anunció que aceptaba todas las demandas, incluso la legalización de los sindicatos y de todos los partidos políticos. Pero el pueblo solo aceptaba como condición su renuncia.

El 7 de agosto una emisora de radio divulgó la falsa noticia de la huída del tirano. Los habaneros salieron a festejar y fueron cobardemente baleados por la policía del régimen. A este, desde entonces, el pueblo le declaró la guerra sin cuartel. Cerraron los comercios. La capital devino ciudad muerta.

El gobierno de los Estados Unidos declaró públicamente el 9 de agosto que Machado debía renunciar. Dos días después el Ejército anunció que le retiraba el apoyo al sátrapa. Machado solicitó su renuncia el 12 de agosto. Ese mismo día, a las 3:20 p.m., abandonó el territorio nacional.

EPÍLOGO

Sumner Welles maniobró y pudo colocar en la presidencia a Carlos Manuel de Céspedes y Quesada. Pero el país continuaba ingobernable. Señoreaban el hambre, el desempleo, la asfixia económica. En el Ejército Nacional campeaba la anarquía.

Las clases y soldados conspiraban en los cuarteles. En Columbia (hoy Ciudad Libertad) los confabulados estrecharon lazos con el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) y los grupos ABC radical y Pro Ley y Justicia. En la noche del 4 de septiembre de 1933 se produce la sedición.

La presencia en Columbia de la dirigencia del DEU la transformó en un acto revolucionario. Entre las 10 de la noche de ese día y las tres de la madrugada del día 5, los principales cuarteles del país se suman a la asonada.

A esa misma hora, en Columbia, se reúnen los líderes del DEU y varios profesores universitarios con Fulgencio Batista, autoproclamado sargento jefe de todas las fuerzas armadas de la república. Suscriben la Proclama de la Revolución al pueblo de Cuba.

Céspedes y Quesada abandonó el Palacio Presidencial. Le sustituyó un Gobierno revolucionario pequeño burgués de facto como primer poder revolucionario en la historia de Cuba. El embajador yanqui, al conocer la noticia, quedó estupefacto. Toda su estrategia injerencista se había desmoronado.

 

 


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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