Cuando aquella fresca mañana de febrero de 1963 partimos de la Ciudad Deportiva hacia el central azucarero Ciro Redondo, bien lejos estábamos de imaginar la inolvidable experiencia que nos aguardaba en los campos cañeros de la colonia Palizada, donde tuvimos la suerte de coincidir con el Ché, quien alternaba allí el trabajo de machetero con el de operador de las primeras máquinas cortadoras KTP, a prueba en ese entonces.
Por mi condición de secretario general de la Sección Sindical H34-INDER con sede en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, iba al frente de la brigada de 32 compañeros que con las mochas bien afiladas y la moral en alto nos sumábamos a la Zafra del Pueblo, convocados por el Sindicato Nacional de la Administración Pública.
El ser responsable de los voluntarios del INDER me posibilitó la privilegiada oportunidad de conocer más de cerca al Che, integrante del grupo de macheteros del Ministerio de Industrias. Así fue que pude reafirmar la grandeza de aquel hombre excepcional que atento a sus funciones de Ministro de Industria no dejó de preocuparse por la eficiencia manual y mecanizada en los cortes así como por las condiciones de vida y salud de los macheteros. Y no solo de los movilizados, también de los vecinos del lugar, algunos de los cuales, en su mayoría haitianos, ya retirados de los cortes, captó para que se incorporasen a la zafra.
Los campamentos del INDER y del Ministerio de Industrias se hallaban a poca distancia uno de otro, lo cual permitía que, luego del almuerzo y en espera del regreso a los cortes, se reunieran voluntarios de ambas brigadas en nuestro albergue, lo mismo para “caernos” a cuentos que para pasar el rato con algunos de los juegos de mesa que solíamos llevar para compartir con la gente del batey en aquellas históricas movilizaciones. No podían faltar, por supuesto, los tableros de ajedrez, deporte al que ya se sabe Ché era gran aficionado, por lo que varias veces lo tuvimos sentado, tablero por medio, frente a Armando Hernández, fotógrafo del INDER, el más destacado de nosotros en el juego ciencia.
DOS ANÉCDOTAS
Muchas fueron las anécdotas referidas al Ché atesoradas durante aquella memorable estadía nuestra en la colonia Palizada del moronense central Ciro Redondo. De ellas escojo estas dos, entre las que más hondo me calaron.
(I)
Debido a los reclamos de sus múltiples responsabilidades, compartidas con su presencia cotidiana en los cortes, no siempre el Ché almorzó en el horario habitual de los voluntarios. Un mediodía en que se sentó a la mesa junto con los demás, notó, al voltear la cabeza hacia mesas vecinas, que su almuerzo era mejor que el servido al resto de los comensales y, visiblemente contrariado, preguntó al cocinero el porqué de la diferencia. Balbuceante, el hombre respondió que la administración del Central no disponía de suministros suficientes para dar igual comida a todos. Fue entonces cuando el Ché apartó su bandeja y exigió que le sirvieran lo mismo que a los demás compañeros, lo cual veló se cumpliera a partir de ese momento.
(II)
Para aquella zafra se acordó que el voluntario debía compensar con el monto de la caña cortada el gasto que ocasionaba al central. De tal forma, se estipuló que cada hombre costaba 1.15 pesos diarios a la administración por concepto de desayuno (15 cts.), almuerzo y comida (1.00 peso) y que por cada ciento de arrobas de caña cortada —no alzada-, recibiría un bono equivalente a 1.40 pesos. Así, quien excediera el ciento de arrobas por día acumulaba en bonos la diferencia que le permitiría adquirir en la tienda del central artículos propios del trabajo, tales como camisas, pantalones, guantes y botas.
Una de las pocas veces en que acudí a la referida tienda coincidí con el “comprador” de la brigada del Ministerio de Industrias. Mientras preparaban los pedidos de “mis hombres”, un empleado muy diligente le entregó al representante de Industria un paquete que contenía botas y guantes destinados al Che. Al recibirlo, el inolvidable Comandante Ernesto Guevara rechazó molesto el obsequio: “Con lo que yo corto, ni siquiera costeo mi estancia aquí. ¿Por qué entonces a mí y no a otros macheteros más productivos que andan por los plantones con las botas rotas?”. Y tajante remarcó: “¿Acaso hay alguien autorizado a regalar lo que no es suyo…?”
Ese era el Che.
Juan Leonardo Alexey Moreno desde Fb
6/10/12 20:11
ese si trabajaba y organizaba a los demas,lo demas que digan de el son meras calumnias.
Rosa Corsichi desde Fb
6/10/12 20:10
Celso, quizá justamente porque el dejo de lado su carrera, usted es medico y muchos hijos de campesinos tambien
Manolo Rivera Maroots desde Fb
6/10/12 20:10
si a webo ,ese si trabajaba no se la pasaba en el face como nosotros jajaja!!!
Celso Martin desde Fb
6/10/12 20:09
Tambien era Medico, pero nunca, nunca lo vimos con una bata y un estetoscopio;tambien fue presidente del Banco Nacional de Cuba y no porque fuera economista sino, simplemente porque era Comunista
Rosa Corsichi desde Fb
6/10/12 20:09
un ejemplo, el mejor de todos nosotros
Gustavo de la Torre Morales
6/10/12 14:32
La entereza del Che cristaliza indisolublemente la formación de la nueva generación revolucionaria en Cuba, dio impulso ideológico y político a la reafirmacion de la Revolución. Ahora no es sólo parte de Cuba, sino de toda gesta justa y antiimperialista. Se necesita que el Che vuelva sobre su rosinante y que oídos receptores de las nuevas generaciones sigan sosteniendo las banderas de lucha por defender a Cuba, la Revolución Socialista y las conquistas alcanzadas.
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