Por eso cada año celebra su natalicio, ocurrido en una humilde barriada de La Habana el seis de febrero de 1932, como conmemora el aniversario de su desaparición física en un desastre aéreo ocurrido el 28 de octubre de 1959.
Y es que ese cubano tan acrisolado, junto al carácter extrovertido, dinámico y campechano de la mayoría de los hijos de esta tierra, también encarna el ideal de lo mejor de la juventud: fervor patriótico, valentía, coraje, rebeldía ante lo mal hecho, honradez, solidaridad, honestidad, alegría de vivir, patriotismo, humanismo y fidelidad; y otras tantas virtudes que si tuvo tachas, como cualquier ser humano, nadie las recuerda.
De modo que fue real, pero también es leyenda el Señor de la Vanguardia y el Héroe de Yaguajay que sus compatriotas aman y recuerdan con la estampa radiante y joven que tenía en el momento de su desaparición, en cumplimiento de una importante misión que había conjurado un hecho de alta traición.
Pocos días después de la histórica batalla de Yaguajay, comandada por él a fines de diciembre de 1958 en el centro de la Isla, donde se lució como estratega al frente de su columna guerrillera invasora y se ganó definitivamente el título de Héroe, Cuba entera lo conoció en vivo, tras su llegada a La Habana, para preparar junto al Che la entrada de la Caravana de la Libertad.
Es justo destacar que en la forja de las virtudes morales, en su niñez y juventud, resultó decisiva la educación dada por sus padres, dos emigrantes españoles.
Adolescente inquieto y sensible ante las injusticias sociales, participó en protestas populares contra el aumento del costo de la vida y en 1954 se incorpora a la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. Fichado por los órganos represivos, se ve obligado a salir del país.
Por lo demás, las estrecheces económicas de su hogar, lo obligan a interrumpir estudios y a viajar a Estados Unidos a los 21 años, de donde es deportado. A su regreso a Cuba se vincula ya de forma decidida y directa al movimiento revolucionario estudiantil. Cae preso y padece la tortura, por lo cual se ve forzado a partir nuevamente al exilio.
Durante una estancia breve en Nueva York, conoce de los planes de Fidel Castro en México, enfrascado en la organización de una expedición libertaria a Cuba.
En tierra azteca se produce la concreción de sus anhelos. En la capital de ese país, en septiembre de 1956 contacta al movimiento 26 de julio liderado por Fidel y se enrola en la tripulación del yate Granma, la que finalmente saldría del puerto de Tuxpan con 82 futuros combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la patria.
El desembarco azaroso por Las Coloradas el dos de diciembre, el bautizo de fuego de Alegría de Pio, confirmaron su decisión de ser fiel a la causa hasta el final.
Ya reorganizada la exigua tropa, Camilo se destacó en el cumplimiento de múltiples misiones armadas al mando de Fidel, Almeida y el Che.
Su arrojo y valentía lo hacen ostentar desde el 16 de abril de 1958, los grados de Comandante del Ejército Rebelde que operaba ya como una realidad irreversible en las montañas de la Sierra Maestra. Su capacidad para la organización, la ofensiva y la estrategia empiezan a hacerse notorias y anunciaban al brillante jefe guerrillero que fue.
Promovido a jefe de la Columna dos Antonio Maceo, realiza exitosas misiones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena montañosa.
Por el impacto y efectividad de sus misiones, la tiranía se sintió herida en sus flancos y desató una ofensiva contra las fuerzas combatientes. Esto no hizo más que radicalizar la conciencia patriótica nacional y creció el apoyo popular, sobre de todo de valiosos jóvenes del campo y la ciudad, al movimiento revolucionario.
Por lo tanto, el jefe rebelde retorna a las cercanías del mando, que ya trazaba la mejor respuesta a las fuerzas del dictador Fulgencio Batista.
Es así que las huestes revolucionarias pasan a la ofensiva final y el 18 de agosto el Comandante en Jefe ordena la ejecución de la invasión de Oriente a Occidente, tal como lo hicieron los mambises en la última guerra de independencia.
Camilo iría al frente de su Columna dos Antonio Maceo y el Che Guevara, encabezando la Columna ocho Ciro Redondo.
El héroe de la sonrisa franca y el sombrero alón combatió entre octubre y diciembre de 1958 en zonas tan apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay, en cuyo cuartel y otras dependencias se habían hecho fuerte las tropas enemigas,.
Tras nueve días de batalla, el sitio de Yaguajay culminó con el triunfo rebelde. Esta victoria coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.
En esa campaña Camilo confirmó sus cualidades de Señor de la Vanguardia y la batalla de Yaguajay, en la antigua provincia de Las Villas, centro del país, lo catapultó como héroe y estratega brillante en el combate, junto a su aguerrida tropa. Esta última, al igual que la batalla de Guisa, dirigida en la Sierra por Fidel, y la de Santa Clara, por el Guerrillero Heroico, fueron decisivas en la victoria del Ejército Rebelde.
Batista huye en estampida cobarde, pero se conoce de intentos de cohortes de instalar un gobierno nuevamente pro yanqui. Camilo recibió la orden de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí tomó el Estado Mayor de la tiranía, el Cuartel de Columbia.
A la llegada de la Caravana de la Libertad, el ocho de enero a la capital, encabezada por Fidel, Camilo era uno de los Comandantes que lo esperaban, al igual que el Che y Almeida. Durante su discurso en horas de la noche, el líder de la revolución demostró la confianza depositada en Camilo con hermosas y sencillas palabras, grabadas por siempre en las mentes de los cubanos.
Fue un año de intenso trabajo y ejecutoria de los jóvenes dirigentes de la naciente revolución que desde muy temprano empezó a cumplir su vocación de igualdad, justicia social y soberanía nacional.
La consternación provocada en el pueblo por su partida física solo ha sido superada por la convicción de que su ejemplo pervive entre los cubanos. Y de que, como dijera el Maestro, la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.
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