Desde que se supo la noticia, o mejor dicho, se tuvo la confirmación de que el equipo de Grandes Ligas Tampa Bay Rays vendría a Cuba a sostener un tope con un elenco nacional, surgieron algunas preguntas que hoy, muchas personas, puede que no tengan claras sus respuestas.
Hoy nos referiremos brevemente a dos de esas interrogantes que nos han asaltado, una más bien informativa, otra, reclamando un poco de reflexión para llegar hasta el fondo de ella.
¿Quiénes son los Tampa Bay? Esta parece ser la primera incógnita que, por mi lado, me he tenido que detener a responder ya más de tres veces, pues en la Florida los más conocidos y emblemáticos en cuanto a béisbol son los Marlins de Miami.
Los Tampa Bay Rays, antes conocidos como Tampa Bay Devil Rays, son el equipo más joven de la MLB, puesto que adquirieron su franquicia en el año 1995, pero no fue hasta tres años más tarde que el seleccionado hizo su debut en el beisbol norteamericano.
Comparten la División Este de la Liga Americana con equipos de la talla de los Yankees de New York, los Boston Red Sox y los Toronto Blue Jays, por lo que es muy difícil que partan como favoritos en los inicios de temporada.
Su estadio es el Tropicana Field y han logrado pasar en cuatro ocasiones a la post-temporada, llegando incluso a una Serie Mundial que perdieron en cinco desafíos contra los Phillies de Filadelfia, en una discusión de título donde solo en el cuarto juego se vio una victoria por más de una carrera.
Fue el equipo que descubrió a Fernando Rodney y tienen en su trayectoria un juego ganado por no-hit/no-run, lanzado por Matt Garza el 26 de julio de 2010. Dave Prince, David Price y Rafael Soriano han sido algunas de las figuras destacadas de la franquicia, la cual tiene hoy día en Evan Longoria a su referente de lujo.
Hasta este sábado, en el spring training de cara al inicio de la etapa regular del campeonato norteamericano, acumulaban balance de 8-9, para un promedio de .471. Ganaron la lotería por venir a Cuba contra otros elencos más que nada por la cercanía geográfica, como refleja el sitio web del equipo.
Como dato adicional, todos los jugadores que vinieron a Cuba tienen grandes esperanzas de que este viaje sea verdaderamente histórico más allá del juego de pelota y han declarado que si bien esperan que ayude a construir un puente entre ambos países, intentarán olvidar la política y concentrarse en el espectáculo.
Y hablando de viajes, el arribo de los Tampa Bay ha suscitado la segunda de las preguntas que tocaremos hoy, más que pregunta, polémica: el Estadio Latinoamericano, ¿lo arreglaron solo por la visita de Obama y el elenco norteamericano?
Muchos trabajos se han hecho desde varias perspectivas tocando el tema. Interesantes enfoques han arrojado crudas realidades, descubierto grandes ironías y, cómo no, se han burlado del tema también.
Lo cierto es que el estadio comenzó a remodelarse tímidamente desde el año 2010, cuando le “pasaron la mano” por primera vez en largo tiempo y se ha continuado trabajando en él. El plan está concebido a gran escala y por supuesto, a largo plazo, hasta el 2020 aproximadamente…eso según la versión de la Federación Cubana.
La realidad del arreglo acelerado del antiguo Estadio del Cerro está permeada por factores que van más allá de que el presidente Barack Obama vaya a lanzar la primera pelota y, como es normal, haya que engalanar a la novia vieja para la ocasión poniéndole, al menos de entrada, una buena dosis de maquillaje.
A este incremento del trabajo febril se suma la necesidad de que el estadio insignia de la pelota cubana, que cumplirá en este 2016 nada más que 70 añitos, cumpla con las regulaciones básicas que le permitan a nuestro país tener al menos un estadio en condiciones de servir de casa para competiciones internacionales de alto nivel.
O sea, que el Latinoamericano tiene que tener los mínimos indispensables según las reglamentaciones técnicas vigentes para organizar, en fecha tan cercana como 2018, una Serie del Caribe. Eso si Cuba quiere acceder de manera plena a la Confederación Caribeña de Béisbol. Por otro lado, y con luz un poco más larga, se piensa (o se sueña) que la instalación pueda acoger alguna fase de cara a un Clásico Mundial.
Ahora el reto es más grande. Mantener el trabajo al mismo ritmo cuando pase el histórico encuentro será difícil, porque de sobra sabemos como solemos relajarnos cuando se sobrepasan los primeros escollos y los demás se ven lejos en el tiempo. Pero el tiempo pasa y no vuelve. Cada día que se desperdicie en las obras, alejará más a nuestro país de la posibilidad de dar asilo y, porqué no, regresar a la élite del beisbol.
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