Usain Bolt ganó en Kingston. Corrió 9.88 segundos para aventajar a sus compatriotas Nickel Ashmeade (9.94), Yohan Blake (9.94) y Asafa Powell (9.98). La victoria del principal bólido jamaiquino llegó para despejar muchas dudas que circundaban su forma física y enrarecían el ambiente de cara a los Juegos Olímpicos que organizará Río de Janeiro, donde el velocista buscará extender su leyenda.
Su crono acaparó titulares, y también sus declaraciones ante la posibilidad de perder alguno de sus seis títulos olímpicos si en definitiva se toman las medidas pertinentes con su compañero de selección Nesta Carter, quien ha dado positivo por un estimulante llamado metilhexanamina. El asunto sale a la luz luego de los nuevos exámenes realizados a cerca de 454 muestras de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, donde se detectaron 31 infractores, así como otros 23 de los controles aplicados a las muestras de Londres 2012.
Carter y sus tres compañeros en el relevo de 4×100, Usain Bolt, Asafa Powell y Michael Frater consiguieron la medalla de oro y el récord mundial en dicha justa con crono de 37.10 segundos. El recordista de los 100 y 200m declaró al rotativo jamaicano The Gleaner sentirse decepcionado:
“Es una cosa que me entristece. Durante años trabajamos para coleccionar medallas de oro, para ser campeones. Esto me parte el corazón”.
El deporte, y especialmente el atletismo, vive una de las peores crisis de su historia por cuestiones asociadas al dopaje.
Todo comenzó el pasado 3 de diciembre de 2014 cuando se hizo público el documental del canal alemán ARD “Cómo Rusia fabrica sus ganadores”. Su emisión detonó las alarmas, pues en él se desvelaban las múltiples violaciones cometidas para encubrir el uso de sustancias destinadas a elevar el rendimiento de los atletas rusos. Desde entonces, Rusia ha sido un blanco perfecto en la toma de decisiones de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA, WADA por sus siglas en inglés) en aras de limpiar el deporte.
Una investigación a fondo en el gigante euroasiático de la Comisión Independiente de la AMA dirigida por Richard W. Pound dictaminó los sucesos y, atendiendo a sus consideraciones, la IAAF suspendió a la Federación Rusa de Atletismo (ARAF, All Athletic Russian Federation) de toda competencia internacional, incluidos los Juegos Olímpicos.
Desde entonces, entre revisiones y retesteos, decenas de deportistas rusos han caído. Nombres como Olga Kaniskina, Tatiana Lysenko y más recientemente Ana Chicherova endosan una lista de sancionados o pendientes de ello que dejan sin mucha credibilidad los logros deportivos cosechados por esta nación.
El próximo 17 de junio, durante una junta del Comité Ejecutivo de la IAAF se decidirá el destino final del campo y pista ruso. Vale adelantar que la cosa no pinta bien, sobre todo después de las revelaciones de Rigory Rodchenkov (ex jefe del laboratorio antidopaje de Moscú) publicadas por el The New York Times en las que, entre otras cuestiones, aseguró que Rusia utilizó una maquinaria perfecta (un cóctel de tres esteroides anabolizantes —metelona, trenbolona y oxandrolona—, que les permitía recuperarse rápidamente de los entrenamientos de gran intensidad y competir al máximo nivel durante varias jornadas consecutivas) de dopaje para asegurarse una gran actuación en los Juegos de Invierno de Sochi en 2014.
Así las cosas, el ministro de Deportes Vitali Mutkó (implicadísimo según el NYT) reconoció que su país contempla la posibilidad de quedar fuera de los Juegos de Río de Janeiro, toda vez que el escenario se complica con cada nuevo escándalo que salta a la luz.
El COI ha ratificado su trabajo sobre las muestras guardadas de las últimas citas olímpicas y subrayó que las sanciones —pendientes aún de los resultados de los contraanálisis— tendrán en cuenta “tanto la responsabilidad individual como la colectiva”. Los castigos pueden ir desde una suspensión de por vida a la prohibición de participar en los Juegos o la sanción a toda una federación.
Lo cierto es que la salida de Rusia del escenario olímpico será un asunto similar a los tiempos de los boicots (Moscú 1980 y Los Ángeles 1984) aunque valdría de mucho si en definitiva todo pasa por un esfuerzo sincero de los organismos internacionales por devolverle la pulcritud al movimiento deportivo.
Mientras tanto, Yelena Isinbayeva se mantiene en pie de lucha mientras lidia con ser uno de los epicentros del huracán. Al ser la figura más representativa del atletismo ruso en los últimos tiempos, todos los ojos se posan sobre ella, aunque de momento su nombre se ha mantenido fuera de las revelaciones.
La zarina había declarado a la Associated Press que se sentía indefensa al no tener posibilidad alguna de competir. “Merezco estar en Río porque es mi derecho. Si no estoy, presentaré una denuncia por discriminación en la Corte de los Derechos Humanos”, sentenció.
Y ahora, con la última ola de acontecimientos, dijo en exclusiva a Russia Today que “si el COI quiere revisar los resultados de los controles antidopaje de los Juegos Olímpicos de Sochi y de Beijing tienen el derecho de hacerlo, pero también sugeriría revisar los resultados de controles antidopaje de (los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en) Vancouver y Salt Lake City, donde los deportistas también mostraron buenos resultados”.
Y agregó: “No entiendo por qué ahora todos están mirando solo a Rusia, si quieren resolver los problemas de dopaje del deporte mundial que lo hagan, pero que abran los ojos y miren también hacia otras partes. Así como está ahora, parece que han recibido una orden para desacreditarnos en el contexto de todo lo que se está hablando contra Rusia”, cosa en la que lleva mucha razón sobre todo cuando el propio Pound ha manifestado que “Rusia no es el único país, ni el atletismo el único deporte con problemas de dopaje”…
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