Luisito es un joven cubano que todos los días se levanta temprano para ir a la escuela. Algunos sábados, aunque son días de descanso lectivo, aprovecha igualmente y madruga para viajar hasta la Ciudad Deportiva a jugar béisbol. Solo que no hay un torneo oficial, sino un evento educativo que combina enseñanza y deporte.
Por otro lado, Mauricio espera por sus compañeros. Es estudiante de la Facultad de Filosofía y capitán de su equipo de fútbol. Partirán en breve hacia Artemisa, a tomar parte en un juego como colofón de la celebración de la jornada contra la violencia de género.
Cruzando el océano, en algún lugar del Medio Oriente, se espera por otras grandes estrellas del balompié que jugarán para utilizar los fondos recaudados en la lucha por la erradicación del hambre.
Cosas como estas son las que hacen que cada 6 de abril se celebre, con el auspicio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz.
La idea, aprobada finalmente en el año 2000 luego de muchas cumbres y reuniones en el seno de la organización, tiene como objetivo promover la práctica de deportes para ayudar a fomentar el cumplimiento de uno de los objetivos de la Declaración del Milenio.
Es entonces que la actividad física se convierte en vehículo para luchar contra el hambre y la pobreza, por la igualdad de género y la educación primaria, la reducción de la mortalidad materno-infantil, frenar el avance del VIH-SIDA y garantizar el sustento del medio ambiente.
Es escogido el deporte pues, según la declaración de la ONU en torno a estos temas, la confrontación deportiva sana “puede promover la cooperación, la solidaridad, la tolerancia, la comprensión, la inclusión social y la salud en los planos local, nacional e internacional” pues, “…sus valores intrínsecos como el trabajo en equipo, la justicia, la disciplina, el respeto por el adversario y las reglas del juego son entendidas por todo el mundo y se pueden aprovechar en el avance de la solidaridad, la cohesión social y la convivencia pacífica”.
Con este Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz se pretende entonces acercar a los Estados y sus organizaciones, así como a entes no gubernamentales y particulares a cooperar al respecto e interesarse por la promoción de dichas cláusulas por un bien mayor: vivir en armonía y con calidad de vida.
Así les invitamos a que, si tiene un momento, el miércoles vaya a algún terreno, corra, batee, patee un balón, haga un remate o lance una pelota al a canasta. Aunque esté solo y no lo crea, contribuye a algo más grande.
Si no puede hacerlo, inténtelo otro día, pues para hacer un mundo mejor no es necesario un día impuesto por la ONU, solo se necesita voluntad para construir el desarrollo, la paz, la vida.
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