Iba por un helado y acabó en baloncestista. Dos años después de aquel pasaje ya integraba el equipo nacional en la época dorada de esa disciplina en Cuba.
Su estatura de 1,83 metros llamó la atención de los técnicos. Entonces, sin pasar por las escuelas de iniciación (Eide), debió aprender la técnica de un deporte que apenas conoció a los 14 años de edad.
Pasó 17 temporadas en la escuadra élite cubana y participó en victorias inolvidables, como la primera sobre Estados Unidos en la final de los Juegos Panamericanos de San Juan 1979, en Puerto Rico.
Bárbara Bécquer Rivero (La Habana, 31 de diciembre de 1957) se encontraba en la plenitud de su carrera durante el Torneo Preolímpico de La Habana y Santiago de Cuba 1984, y también en los días del Campeonato Mundial de Minsk, Vilnius y Moscú en 1986.
Sin embargo, la ansiada maternidad la apartó del más alto logro de las baloncestistas cubanas: la medalla de bronce en el Campeonato Mundial de Malasia 1990.
Luego del retiro trabajó como entrenadora en equipos nacionales y habaneros, y más tarde entró como metodóloga al claustro de la Eide Mártires de Barbados, donde aún se mantiene.
Muchas veces presente en los tabloncillos nacionales, JIT sostuvo un reciente intercambio con ella en ocasión del homenaje del Inder por el Día Internacional de la Mujer.
¿Cómo descubre el baloncesto?
Bueno, más bien me descubrió a mí. Iba caminando hacia la heladería World con mi hermana y mi pequeña sobrinita, y pasamos frente al taller del Inder ubicado en Primelles y Vía Blanca. Allí se encontraban Julio Cartaya y el técnico búlgaro Iván Todorov, a quienes llamé la atención por mi estatura.
Preguntaron si me interesaba el deporte y les dije que quería ser pianista. Mi hermana les pidió que me apuntaran y quedaron en llamar para una evaluación. Me hicieron pruebas en las canchas de la Ciudad Deportiva y comencé con los entrenadores Jacinto Díaz y Rafael Linares.
Tenía 14 años y nunca había practicado, ni siquiera visto esa disciplina. En 1972 me captaron para la Eide y jugué los XI Juegos Nacionales Escolares. Al siguiente año me llevaron a la Espa y en dos meses, el 23 de noviembre, Todorov me ascendió a la preselección nacional. No olvido la fecha porque era el cumpleaños de Virginia Pérez, quien también entró.
¿Fue muy difícil adquirir la técnica?
Imagínese, no tenía base alguna, ni conocía los fundamentos del juego. Con solo 15 años estaba en la selección nacional… Por mucho que me aceleraron en la Eide tenía grandes deficiencias técnicas.
Debí esperar hasta el Preolímpico de La Habana para ser titular. Antes me tocó mucho entrenamiento y poner todo el interés y sacrificio del “mundo”, para mantenerme en aquel colectivo y responder a la confianza recibida.
El evento habanero fue muy importante para ti…
Sí, ya estaba en gran forma y teníamos un equipo consolidado. Jugar aquí fue muy importante. Anoté 124 puntos, más de 12 por partido, solo detrás de Leonor Borrell y María Moré.
¿Qué otras lides recuerdas con satisfacción?
Hubo varias. Por ejemplo: la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de San Juan 1979, en Puerto Rico, cuando le ganamos por primera vez a Estados Unidos.
También destaco el Campeonato Mundial de 1986 en varias ciudades de la Unión Soviética. Allí quedé entre las principales anotadoras del equipo junto a Borrell, Regla Hernández y Beatriz Perdomo. Aporté 59 puntos. Acabamos en sexto lugar y fue un anuncio de lo que pasaría en Malasia 1990.
Estábamos preparadas para asistir a los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, pero no pudimos por las conocidas razones vinculadas a la solidaridad internacional.
¿Por qué el retiro previo al Mundial de 1990?
Había hecho un pacto con Manuel Pérez (el Gallego), director de equipos nacionales: nada más saliera embarazada me iba a retirar. Me sentía en plena forma, pero tuve a mi hijo en 1989 y cumplimos el trato.
En 1984, tras no asistir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, pedí una licencia para salir embarazada. No se dio entonces y regresé en 1985.
Pero pudiste ir a Malasia…
¡Claro! Aunque mi maternidad había sido reciente me encontraba muy bien físicamente. Sin embargo, había muchachas nuevas cuando me reincorporé y respeté el trato. Me puse a colaborar en sus entrenamientos.
La vida como entrenadora…
Me mantuve hasta 1998 en el equipo nacional, atendiendo a las jugadoras altas. Esa era mi especialidad. De ahí pasé a la Espa Provincial y ganamos tres medallas de oro y una de plata en eventos nacionales.
Me promovieron a la hoy Esfaar Giraldo Córdova Cardín, para trabajar con el equipo nacional juvenil. Allí estuve cerca de dos años, hasta que eliminaron ese deporte de la escuela.
Aquello me impactó fuertemente, después de tanto esfuerzo y logros. Me acogí a un descanso de varios meses hasta que en 2012 comencé en la Eide Mártires de Barbados, como metodóloga de las especialidades de juegos. En 2019 asumí los de arte competitivo.
¿Qué opinas de la actual selección nacional?
Ha sufrido el éxodo de importantes jugadoras y se ha hecho difícil encontrar otras de elevada estatura.
Considero que si se siguen los criterios de los actuales entrenadores, y sus proyecciones, debe salirse del actual bajón. Si las muchachas que decidieron irse a ligas extranjeras estuvieran acá, muchas figurarían en los planes del equipo grande.
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