Cuando casi todo el mundo apostaba a que el equipo de Armando Ferrer iba a lograr en sus predios el título, el mejor lanzador de Cuba en la actualidad, Lázaro Blanco, les dijo: esto no se acaba aquí, nos mudamos de sede, porque yo no me voy a ir sin mi décimo triunfo en postemporada
Blanco había llegado el dos de enero a la plantilla de los Toros de Miguel Borroto con la misión de encabezar su portentosa rotación de abridores en los play off, y la propuesta significaba además la oportunidad de llegar a la decena de éxitos en juegos de esta instancia.
Frente a Industriales dejó la pizarra con ventaja cuando el alto mando decidió utilizar el bullpen en el Latino y la jugada no le salió del todo mal a Borroto porque terminó llevándose la victoria, pero no a la cuenta de su mejor fichaje.
Luego, en la apertura de la final ante Matanzas, volvió el ídolo de Yara a encaramarse en el montículo, y otra vez lo mandaron a descansar con ventaja con menos de 90 pitcheos, y nuevamente los relevos le negaron la posibilidad del éxito con el doble impacto negativo de que un Grand Slam de Javier Camero volteó el marcador.
Este jueves, con la soga al cuello, y miles de aficionados halando a los Toros para que se hundieran definitivamente en el pantano de los Cocodrilos, Blanco mostró sus galones de jerarca en el staff de la selección nacional. Colgó seis ceros a la inspirada tanda de los Rojos, mientras sus compañeros le dieron una ventaja de nueve carreras.
El juego, un poco aburrido, monótono, sin mucho bueno que contar tácticamente hablando, con las mismas jugadas conservadoras de siempre, toques de bola para ayudar al pitcher contrario cuando estaba siendo víctima de buenos batazos, cambió el guion en el último tercio y muchos de aquellos que se habían ido para no aplaudir a Camagüey en el noveno inning, regresaron a toda carrera con la reacción de su equipo ante el bullpen de los Toros.
No pudo Isbel Hernández, tampoco Yadián Martínez, y las cosas se iban poniendo rojas. Con el score 9-6 y las bases llenas, el primer oro de Matanzas en este siglo se colocó al alcance de un swing de Yasiel Santoya, quien sacudió 11 bambinazos en la roda regular, o de Erisbel Arruebarrena, el líder en jonrones durante los 90 juegos (19).
No lo pensó más Borroto y dijo: “si me van a ganar que sea ante el mejor pitcher que tengo habilitado” y le dio la bola nada menos que a Yosimar Cousín. El muchacho resolvió la situación de manera espectacular con sendos ponches y mandó el play off al sexto juego, que abrirá él mismo, según confirmó su mentor en la conferencia de prensa.
Lázaro Blanco, el mejor lanzador de Cuba en la actualidad. (Abel Rojas Barallobre/Cubahora).
Blanco, desde el banco, se quería tragar con sus ojos grandes lo que estaba sucediendo en el terreno. No quería ni pensar en lo que la mayoría estaba pidiendo en el graderío. Un palo así no, y menos después que la pizarra estuvo a una carrera del nocaut. Matanzas se había puesto a un Grand Slam de la corona y quizá lo más difícil estaba hecho: las bases llenas. Faltaba el batazo.
En el séptimo, en una situación semejante, al MVP de la Serie de Japón, Yurisbel Gracial, quien se había cambiado de manilla en cada turno al bate, le faltó poco más de un metro para darle la vuelta al cuadro trotando. No pudo en ese momento, ni en el noveno, cuando su swing golpeó una bola que fue a morir en el guante de Yoelquis Guibert en lo profundo del medio del campo.
Después de dos juegos sin que le respondiera la ofensiva, Borroto hizo cambios en la alineación y surtieron el efecto deseado. Loidel Chapellí pegó un hit y la tanda del medio fue efectiva: Leonel Segura se tomó tres boletos y ligó un imparable, Ayala y Anderson batearon ambos de 4-2 y remolcaron más de la mitad de las carreras de su equipo.
El duelo entre Blanco y Freddy Asiel Álvarez se malogró temprano, pues al segundo le conectaron duro y abundante desde el primer inning y no pasó del tercero. Ferrer, que no tiene un bullpen rico, variado, preservó sus mejores cartas y “sin entregar el juego”, como subrayó posteriormente, apostó a que su pitcheo de segunda línea aguantara.
Las cosas no salieron así y siguió creciendo la desventaja, que pesó diez toneladas en las postrimerías, cuando gastó una de sus mejores balas, Miguel Lahera, para complacer al público que había regresado tras las cuatro anotaciones del inning de la suerte.
Se augura un juego muy tenso el sabado en el parque Cándido González. Cada decisión de los mentores valdrá el doble, y si en estos cinco partidos ha habido más de una indicación polémica desde la banca, tanto Borroto como Ferrer deben pensar bien su plan táctico para que no los sorprenda la realidad, que puede ser tan impredecible como ayer.
Del manejo de bullpen dependerá posiblemente si hay juego el domingo o no. Ya el timonel de los Toros dijo que mañana va con Cousín y si hace falta, empleará también a Yariel Rodríguez, a quien tiene destinado para el hipotético séptimo duelo.
Ferrer, quien aspira a convertirse en el onceno mentor en ganar la corona en series nacionales en su debut, no se arriesgó a mencionar el nombre de su posible abridor. Seguro que va a mirarle a los ojos a sus candidatos o esperar por la disposición de algunos para semejante misión: evitar que los Toros empaten el play off a tres éxitos por bando.
Los pronósticos están divididos en la prensa que sigue in situ el dual meet por el cetro. Para mí, el juego de Matanzas era el quinto. Les queda la opción del sexto, y en un séptimo me sumo a los que hablan del revoloteo de un fantasma.
Como en 1991, cuando se enfrentaron Henequeneros y Camagüey en el play off final, el campeón alzará el trofeo en el Cándido González. Aquella fue el elenco de Gerardo Sile Junco que tenía a Ferrer como coach, ¿y ahora?
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