Para quienes dudaron alguna vez de la inteligencia y la perseverancia del pueblo venezolano, las elecciones regionales del pasado día 15 demostraron la capacidad política de una mayoría que decidió mantenerse al lado de la Revolución bolivariana, aun en medio de la crisis interna creada por la derecha reaccionaria.
El pasado domingo estaban en juego 23 gobernaciones estaduales, de las cuales ganó 18 el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en tanto los partidos opositores, en especial Acción Democrática, obtuvieron las cinco restantes, algunas de ellas estratégicas en la geopolítica nacional, como el fronterizo Táchira.
La fiesta democrática en Venezuela desmintió las versiones de encuestas y medios hegemónicos que previeron un día de violencia, enfrentamientos, fraudes y el fracaso del chavismo. Por el contrario, las agrupaciones conservadoras fueron derrotadas y, según coinciden los dos bandos opuestos, estos fueron los comicios más pacíficos de la historia republicana.
Más de 11 millones de personas llegaron hasta los 13 559 colegios electorales instalados, equivalentes al 61,4 % de los convocados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) que demostró la transparencia del proceso mediante varias auditorias y resguardo de boletas, así como la presencia de más de 50 acompañantes internacionales y más de mil nacionales.
Con 22 elecciones de distintas referencias en 18 años, y dos en los últimos tres meses, a nivel nacional, es el país que más veces convocó a sus ciudadanos a las urnas.
Estados como Miranda, corazón de la violencia en Caracas, o Amazonas, donde hubo un mismo gobernador durante décadas, pasaron a manos de jóvenes candidatos del PSUV, lo que entraña un reacomodo de los votos y la renovación de políticos identificados con lo más rancio del conservadurismo.
Juramentados este martes, la entrada en escena de los nuevos gobernadores del PSUV entraña la implantación de un pensamiento político avanzado en cuanto al trabajo junto a la población. En Miranda, por ejemplo, con cuatro municipios claves, entre ellos Caracas, el ex gobernador derechista Henrique Capriles se dedicó más a dirigir las protestas opositoras, siempre violentas, que a crear obras de beneficio popular.
El chavismo, que propugna las ideas políticas del fallecido presidente Hugo Chávez Frías, iniciador del llamado Socialismo del siglo XX, salió fortalecido en estos comicios —al igual que el pasado 30 de julio para elegir los diputados a la Asamblea Nacional Constituyente— cuando las urnas declararon el retroceso de una oposición sin consenso interno y obligada a cumplir las órdenes emanadas de Washington.
Medios políticos advirtieron que les resultaría muy difícil obtener votos a quienes desde la tribuna propugnaron la violencia, organizaron protestas y bandas pagadas que exterminaron entre abril y julio de este año a más de 120 personas, además de viajar por el mundo pidiendo la intervención de fuerzas políticas y militares hostiles.
La victoria de las fuerzas revolucionarias en Venezuela no es aislada, opinan expertos, sino que tendrá una importante repercusión en países de América Latina, con la posible recuperación de gobiernos progresistas que en los últimos años, por la fuerza, como en Brasil, Paraguay y Honduras o en comicios, como Argentina, debieron retirarse de momento.
Políticos de izquierda están de nuevo en batalla comicial y con grandes posibilidades de retornar a escenarios políticos decisorios. Venezuela demostró que en medio de la guerra declarada por el imperialismo estadounidense y sus aliados en la región, amén de la poderosa oligarquía nacional, el pensamiento revolucionario sigue vigente. Mucho más ahora cuando los pueblos tropezaron de nuevo con el neoliberalismo tras la asunción de regímenes neoliberales en Perú, Colombia, Argentina, Brasil y Paraguay.
Aunque con números tangibles, la victoria chavista fue ignorada y desacreditada por los opositores que cantaron fraude de inmediato, algo imposible dado el blindado sistema electoral venezolano, catalogado por el expresidente de Estados Unidos James Carter como uno de los más seguros y modernos del mundo.
Enemigos declarados de la Revolución Bolivariana, algunas figuras extranjeras, al parecer, no entienden, porque no lo conocen, el espíritu resoluto que animó a los electores el pasado domingo. Los votos hablaron a favor de la paz y de rechazo a los promotores de la violencia que, como es conocido, son dirigidos desde Estados Unidos, cuyo gobierno, en boca de su presidente, Donald Trump, sancionó a Venezuela y la amenazó con una intervención militar.
Mientras el pueblo celebraba su victoria, en América Latina el presidente colombiano Juan Manuel Santos —de quien se ríen el paramilitarismo y los enemigos de la paz— reclamó rápidas elecciones presidenciales, en tanto el desprestigiado secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, no reconoció los resultados; la Comisionada para Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, dijo sentirse “sorprendida” por el triunfo revolucionario, lo cual se corresponde con su desconocimiento de la realidad política venezolana.
También los medios hegemónicos que desde hace años alientan las guerras económicas, financiera, mediática y psicológica contra el pueblo venezolano, se unieron a los coros que ocultan las verdades de lo ocurrido esta semana, según explicó este martes el presidente Nicolás Maduro, en una conferencia de prensa internacional.
Maduro analizó el sistema electoral nacional y la imposibilidad de un fraude. Siempre hemos respetado, dijo, los resultados finales, y de nuevo invitó a los partidos opositores a compartir una mesa de diálogo para iniciar nuevos caminos juntos.
El presidente afirmó que firmará el acuerdo adoptado en República Dominicana el pasado mes con figuras del conservadurismo para retomar conversaciones que, a petición de ellos, serían después de los comicios en los que de antemano se declararon ganadores.
Con las recientes inferencias, las agrupaciones opositoras reconocieron el rechazo de la población hacia sus políticas de guerra interna y que sus reclamaciones no cambiarán los números oficiales. Sus últimos llamamientos a tomar de nuevo las calles puede traerles nefastas consecuencias.
Para Maduro está claro que aunque algunas figuras derechistas, como Julio Borges y Leopoldo López, de manera individual están de acuerdo con el diálogo, pero les resultará muy difícil como bloque aceptar la propuesta de paz a la que se opone Trump, a quien no le conviene que la tranquilidad retorne al país. Si fuera así, qué pretexto usaría para intervenir militarmente en el país y adueñarse de su petróleo y sus reservas de oro.
Luego del indiscutible triunfo popular, ante los venezolanos se abren nuevas perspectivas políticas basadas en la adhesión en las urnas al pensamiento pacifista oficial, que busca el crecimiento económico y el mejoramiento de la vida ciudadana, notablemente afectada por mecanismos destructores de una frustrada oposición que no sabe o no puede caminar con pies propios.
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