Estados Unidos (EE.UU.) inició un coqueteo diplomático con Venezuela, no porque desee un acercamiento sincero con ese país, sino porque el conflicto ruso-ucraniano le aprieta el cinturón respecto al petróleo y busca un asidero para impedir que se apaguen las luces. Aunque le cueste bajar el cuello, no le quedó otra que enviar una delegación quizás conciliatoria a Caracas y reconocer, con ese gesto, a Nicolás Maduro como legítimo presidente del país suramericano.
La noticia de que una delegación estadounidense viajó a Caracas a principios de este mes sorprendió a políticos de los dos países, si se considera que Washington rompió sus relaciones diplomáticas con Venezuela en 2019 y que desde antes, incluso, emplea una estrategia dirigida a destituir a Maduro, a quien desconocía hasta ahora como jefe de gobierno.
Las relaciones internacionales son materias fascinantes y llenas de desconciertos. ¿Quién se imaginaba, un día antes, que un grupo de funcionarios del país que mantiene bajo un férreo bloqueo al pueblo venezolano, que organiza planes de invasiones y magnicidios, estableciera un diálogo personal con el mandatario de origen obrero?
Este fue, al parecer, el primer paso para aliviar las tensiones bilaterales, y no, como algunos en uno y otro país piensan, normalizar las relaciones bastante maltrechas por la actitud de la Casa Blanca desde que el fallecido mandatario Hugo Chávez asumió el gobierno en 1999 e implantó un sistema socialista que acabó con las desigualdades sociales y trata de implantar el buen vivir, dejando atrás las marcas de un desgastante neoliberalismo.
Para muchos aun resulta extraño que Maduro aceptase la presencia de los norteamericanos que —ni antes ni después de las conversaciones— han suprimido alguna de las férreas medidas con que intenta paralizar la vida local.
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Sin embargo, hay que recordar que el gobierno venezolano y su diplomacia siempre mostraron disposición a entenderse con un enemigo que da muestras de una absoluta brutalidad contra el pueblo venezolano, tanto en el escenario local como internacional.
En ese sentido, el canciller Félix Plasencia explicó que la cooperación de Venezuela con EE.UU. en materia petrolera es de importancia histórica y no resulta “extraño” que ambas naciones hablen de tratos en ese renglón. “Hemos estado haciendo negocios durante mucho tiempo”, reiteró Plasencia, recordando que su gobierno dio la bienvenida en reiteradas ocasiones a la empresa petrolera norteamericana para que desarrolle proyectos e invierta en ese ámbito.
“Nosotros nunca les pedimos que se fueran. Ellos tomaron su propia decisión, pero lamentablemente han tomado medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela. Espero que estas medidas se levanten y tengamos relaciones respetuosas”, comentó.
SIEMPRE BAJO ATAQUE
Venezuela sigue bajo fuego de actores comandados por Washington en distintos foros, entre ellos la Unión Europea, y la Organización de Estados Americanos (OEA) desde donde defienden la idea de los bloqueos económicos, comerciales y financieros, y la intervención militar.
El presidente Nicolás Maduro siempre exigió un cambio de política al gobierno de EE.UU. contra su soberano país.
De esta primera visita a Caracas puede deducirse que hay un conjunto de consideraciones geoestratégicas y políticas en primer plano.
Al acercarse a Maduro, el presidente Joseph Biden apunta a varios objetivos de forma simultánea.
Para Arlene B. Tickner, profesora de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, Argentina, el anciano jefe de la Casa Blanca busca reemplazar las importaciones de petróleo ruso por las de Venezuela; alejar a Maduro del presidente ruso Vladimir I. Putin y presionar el retorno a los diálogos con la oposición en México. De manera paralela, está tratando de negociar la liberación de los nueve detenidos estadounidense (seis de Citgo y tres acusados de intentar derrocar a Maduro), de los cuales dos fueron liberados después del primer encuentro en Miraflores.
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Para la profesora, el fracaso de las sanciones, cerco diplomático y apoyo a Guaidó (Juan Guaidó, exdiputado y autoproclamado presidente de un gobierno paralelo al electo en las urnas).
Otros analistas consideran que hay ahora una convergencia de factores que hacen oportuno un cambio de rumbo ante Venezuela, el cual necesariamente debe tener como objetivo la búsqueda de una transición política negociada que no deberá ser aceptada por los líderes de la Revolución Bolivariana.
Entre estos expertos hay dudas sobre los reales intereses de Biden, más allá de los negocios petroleros que ahora tanto necesitan los norteños.
EE.UU. siempre ha mostrado su preocupación por la presencia rusa y china en América Latina. Rusia se muestra como el primer socio comercial o de importancia en varias naciones de la región, entre ellas Brasil y Argentina, dos de talla mayor en la economía, que en estos días se pronunciaron por la búsqueda de un diálogo entre la potencia euroasiática y Ucrania.
VICTORIA VENEZOLANA
Aun cuando se desconoce el alcance y si continuarán las negociaciones bilaterales, ya Venezuela puede anotarse una victoria política al sentar en su territorio a una representación de su declarado enemigo.
El que una delegación de la Casa Blanca haya viajado a Caracas y se entrevistara con sus principales autoridades políticas significa que estas reconocen a Maduro como presidente legítimo del país, lo que negó hasta ahora, y con ello destruye la ficticia figura paralela en ese cargo del exdiputado Juan Guaidó. Y ello a pesar de lo que dijo la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki.
La frase de “eres mi amigo hasta que me sirves”, siempre en boga en la derecha, se comprobó en Guaidó y en quienes lo controlan y lo apoyan en sus planes injerencistas, como Colombia. Duro golpe para los opositores radicales venezolanos.
En segundo lugar, EE.UU. tuvo que recoger velas y negociar la compra de petróleo a Caracas, cuya producción se restringió debido a las severas medidas económicas y el bloqueo a la salida de aguas venezolanas del crudo destinado a segundos países.
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La nación suramericana produce ahora, en tirantes condiciones, un millón de barriles diarios de petróleo, pero expertos consideran que en situación normal puede triplicar esa cifra.
Ese territorio posee las mayores reservas de petróleo del planeta, lo que significa —y no puede olvidarse nunca— que EE.UU. no ha perdido de vista apoderarse de los yacimientos del fundamental producto.
Algunos analistas consideran el movimiento de Washington como una jugarreta para penetrar de manera formal en el escenario venezolano. Muy difícil será que se ganen la confianza de un gobierno y un pueblo al que han tratado de destruir con balas y bajezas.
Hace dos años, el 26 de marzo del 2020, EE.UU. acusó a Maduro y a 14 miembros de su círculo íntimo de narcotráfico, narcoterrorismo, corrupción y lavado de dinero, e hizo la oferta de 15 000 000 de dólares por información que condujera a la captura y enjuiciamiento del mandatario chavista.
Al parecer, la decisión de Biden fue tomada cuando Rusia realizó una operación especial en Ucrania a partir del pasado mes en defensa de los intereses de sus nacionales en ese país de la antigua Unión Soviética.
El conflicto bélico entre las dos repúblicas y las sanciones internacionales aplicadas a Rusia, a quien occidente considera culpable de la situación bélica, incluyó la prohibición de importaciones de petróleo y gas por parte de EE.UU. y Reino Unido. Momento decisivo para cambiar el tablero del juego.
Luego de la excarcelación de los dos norteamericanos, una pregunta cayó en el tapete. ¿Entraría en las conversaciones la situación del diplomático colombo-venezolano Álex Saab?, detenido en EE.UU. por tratar de burlar el bloqueo contra su país mediante vías diplomáticas. Se le acusa de terrorismo.
Esa posibilidad enardeció a los opositores a Maduro dentro del gobierno Biden, entre ellos el senador estadounidense Marco Rubio (republicano por Florida), quien afirmó que el presidente buscaba “reemplazar el petróleo que compraba Estados Unidos de un dictador asesino con petróleo de otro dictador asesino”, refiriéndose a la decisión de prohibir la compra de petróleo ruso.
Las críticas también llegaron del lado demócrata: el senador Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, sugirió que Biden estaba poniendo el precio del combustible por encima de la lucha del pueblo venezolano contra su presidente, una idea descabellada si conociera el alto porcentaje de apoyo con que cuenta el líder bolivariano.
Para que no haya dudas de cómo anda la balanza, el pasado día 1, Maduro sostuvo una conversación telefónica con Putin, en la cual ratificó su firme apoyo a Rusia, y llamó a que se contrarreste la campaña de desinformación sobre la operación militar especial en el Donbás.
Una declaración de la Embajada de Rusia en Venezuela sostiene que el presidente también condenó las actividades desestabilizadoras del gobierno de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Además, el jefe de Estado venezolano “destacó la importancia de contrarrestar la campaña de mentiras y desinformación desatada por los países occidentales”. Los días por venir aclararán este aún oscuro panorama.
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