Aunque el Gobierno de Venezuela brinda respuestas colectivas, de producción local, de salidas comunitarias a la crisis impuesta a su economía por Estados Unidos, la Unión Europea y la reacción internacional, es innegable que en el país prima la tendencia a la resolución individual, dado que el principal flanco de ataque es la hiperinflación inducida, dado el descontrol de los precios que vuelve casi simbólico cualquier salario formal.
A este panorama se une la manipulación del dólar paralelo, disparatado y político, operado desde Cúcuta, en el norte del departamento de Santander, Colombia, como un factor clave coadyuvante del boicot económico impuesto al petróleo por la Casa Blanca.
Drama cotidiano que enfrenta el pueblo decidido a defender las conquistas del llamado Socialismo del siglo XXI del finado presidente Hugo Chávez, pero que choca, entre otras estrategias de desestabilización, con una realidad de escasez de divisas para sobrevivir, de efectivo del cual se apropian las mafias que trafican en la frontera con Colombia, de alimentos, medicamentos, y de otros productos de primera necesidad.
Desde 2015 comenzaron por la parte norteamericana este tipo de medidas ilegales, agresiones y sanciones para derrocar un proceso socialista que se apoya para su defensa en la unión cívica-militar lograda por Chávez, capaz de sortear hasta ahora los escollos más graves e inesperados.
El 8 de marzo del 2015, el entonces mandatario Barack Obama, firmó la Orden Ejecutiva 1369 cuyo contenido parecía una broma, pues declaró a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y política exterior estadounidense”, ante la considerada potencia militar de mayor poderío del planeta.
Ello dejaba abiertas las puertas a la gigantesca nación norteña para una intervención armada, si decía sentirse bajo la presión de las armas venezolanas, una situación que ninguna persona seria tomaría en consideración.
Tal como está redactada la Resolución parecería que Venezuela está en posesión de armas nucleares, o de armamento de gran potencia, una pesadilla que solo existe en las mentes de los halcones carroñeros imperiales.
El documento firmado por el demócrata y Premio Nobel de la Paz Obama fue ratificado por el ultraderechista republicano Trump en 2017 y 2018.
Las presiones, las sanciones y las medidas extraordinarias se suceden a diario contra una nación que defiende la paz no solo a lo interno sino en América Latina y da fe de ello su papel decisivo en la firma de los Acuerdos entre el gobierno del derechista Juan Manuel Santos y las guerrilleras Fuerzas Armadas de Liberación Nacional-Ejército del Pueblo, de Colombia.
Para paliar la grave situación que vive Venezuela, Maduro y su equipo tratan de quebrar el asedio financiero internacional dictado por Washington, cuyo objetivo es desmoralizar, alimentar el descontento y quebrar el vinculo pueblo-gobierno, con un desgaste paulatino que logre el colapso económico, social y psicológico. O sea, convertir a Venezuela en un lugar donde no se puede vivir para justificar la penetración militar.
El gobierno bolivariano ha tomado medidas a lo interno, como la detención de los principales responsables de la corrupción y desfalco de la compañía estatal PDVSA por miles de millones de dólares, aunque de acuerdo con el fiscal general de la República, Tarek Williams, aun es insuficiente la limpieza en las filas internas del chavismo y sus jefes, amén de las corporaciones privadas.
Maduro calificó la corrupción como el peor de los males en la Revolución, por lo que a pesar de la buena jugada de la criptomoneda Petro, destinada a la entrada de divisas al país —ya en el rango de los siete mil millones de dólares en pre venta— es imprescindible si gana las elecciones echar a andar el llamado Plan de la Patria hasta el 2030.
La Revolución, y en eso coinciden los expertos, resiste a fuerza de la conciencia del pueblo chavista, pero que a la larga precisa concreciones para la sobrevivencia individual y del país.
Los órganos gubernamentales y la Asamblea Nacional Constituyente, elegida el 30 de julio del pasado año, han demostrado una metodología y una inteligencia que frustraron los planes de la contrarrevolución, a la que obligó —pues sabía que estaba perdida en el ámbito político— a sentarse en la mesa de negociaciones de Santo Domingo y firmar un Acuerdo de Confiabilidad con vistas a las presidenciales del 20 de mayo próximo.
A pesar de los pronósticos de diferentes actores internacionales, como la Unión Europea, de que la Revolución está acabada, el gobierno impuso la paz social, recuperó la iniciativa política y arrasó en octubre en los comicios a gobernadores y en diciembre en los de alcaldes. Tales victorias arrastraron a la derecha a una fase de rupturas, deslegitimación de sus dirigentes y un desconcierto estratégico fatalista.
Maduro tiene como contrincante principal a Henry Falcón, un ex gobernador chavista que se separó de las filas revolucionarias y tiene el apoyo de al menos tres partidos. Sin embargo, no constituye al parecer un peligro ante los millones de seguidores del presidente.
Ahora bien, para los expertos la gran incógnita recae en la gran mayoría opositora que decidió no presentarse a los comicios ya que serían derrotados, por lo que pueden, dirigidos por Washington, que desconoce y no comprende el proceso bolivariano, volver a las acciones de violencia o preparar un plan insurreccional armado, incluso paramilitar, procedente de Colombia.
A pesar del aborto por parte de las autoridades venezolanas de planes armados, incluso de magnicidio, Estados Unidos con su prepotencia imperial, no cambiará su táctica —o al menos no hay indicios de ello— contra la nación suramericana, ganando espacio la idea de una guerra desgastante desde las bases militares que posee en terceros países vecinos, con apoyo de las fuerzas locales.
Antes del desplome de Perú y la coletilla que va dejando, ese país ahora en crisis de gobernabilidad, junto a Brasil y Colombia, abrió sus fronteras el pasado año para por primera vez realizar ejercicios militares con asesoría norteamericana.
Hace pocos días, Maduro denunció la violación del espacio aéreo nacional por naves procedentes de Estados Unidos, un grave incidente que no tuvo mayores consecuencias gracias al aplomo e inteligencia de los líderes bolivarianos.
El pueblo revolucionario venezolano, respaldado por jornadas mundiales de solidaridad, en foros internacionales, en Naciones Unidas, por innumerables movimientos políticos, sociales, sindicales y estudiantiles, brinda, en reciprocidad, una lección de conciencia política y resiste estoicamente las andanadas de la reacción internacional.
Para los sectores más vulnerables, siempre antes olvidados por los oficialistas, y ahora los mejor atendidos por los programas sociales del gobierno, nunca hubo antes una situación mejor para concretar las esperanzas dormidas durante décadas neoliberales. En esa masa radica la permanencia y la victoria de la Revolución Bolivariana pues, para ellos, ningún tiempo pasado fue mejor que el presente, gracias al legado de dignidad concedido por su líder eterno, el Comandante Chávez.
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