Como quien hace un tejido perfecto, las autoridades venezolanas prepararon las condiciones para la celebración, dentro de pocas horas, de las elecciones regionales que determinarán los 23 gobernadores estaduales para los próximos cuatro años y con ellos la posibilidad de la paz interna.
El Consejo Nacional Electoral (CNE), a solicitud de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que adelantó los comicios previstos para diciembre de este año, advirtió que la nación esta lista para que los más de 18 millones de ciudadanos convocados ejerzan su derecho al voto en absoluta seguridad.
Son 267 postulados en representación de 22 organizaciones políticas las que compiten el domingo por las gobernaciones, consideradas claves en el mapa geopolítico nacional.
De abril a julio de este año, en su desesperación por derrocar al gobierno legítimo de Nicolás Maduro, las fuerzas de derecha organizaron y financiaron, con el apoyo de Estados Unidos, bandas criminales que ultimaron en las calles a 100 personas, hirieron a otras centenares, revolucionarias o no, en acciones violentas nunca antes vistas. Algunos transeúntes fueron quemados vivos.
Negadas a establecer un diálogo constructivo con el oficialismo, la mayoría de los partidos conservadores integrados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) mantienen una postura hostil hacia la Revolución Bolivariana, pero aceptaron participar en los comicios en el interés de arrebatarle al gobierno algunas de las 20 gobernaciones en su poder, de las 23 existentes.
Solo el distrito de Caracas, la capital, no participa en las regionales, ya que posee el estatuto de municipio especial.
La oposición venezolana, amparada en sus acciones contrarrevolucionarias por Washington, la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y una decena de países latinoamericanos se presenta, no obstante ese respaldo, como una fuerza quebrada, sin programa de gobierno, y con un pensamiento obsesivo, que es el de acabar con el gobierno por la fuerza.
En su mar de contradicciones, primero no aceptaban los comicios, luego sí; después intentaron una maniobra contra la presidenta del CNE, Libisay Lucena, a quien no reconocían jerarquía autónoma; después asintieron; luego dijeron que habría fraude y más tarde aprobaron las auditorías al sistema; viajaron a República Dominicana a entablar conversaciones con una delegación gubernamental y acompañantes extranjeros, pero a la segunda cita no acudieron.
La actitud ambivalente de la MUD y de otras agrupaciones no afines a la Revolución fundada por el presidente Hugo Chávez en 1999, tendrá una prueba de fuego el domingo, cuando los votos expresen si el pueblo desea continuar su lucha junto a Maduro o prefiere un cambio en el perfil político nacional.
También, para algunos analistas, la Revolución Venezolana, duramente atacada por sus enemigos internos desde su surgimiento, pero con mayor ferocidad tras la muerte de Chávez en 2013 y la proclamación de Maduro en las urnas como su sucesor, se enfrenta a la posibilidad de perder algunas gobernaciones revolucionarias, ganadas de manera holgada en el 2012.
Esa eventualidad es latente, si se considera el duro proceso que está pasando el pueblo venezolano, sometido a todo tipo de violencia interna, pues de otra manera no puede calificarse la guerra económica, mediática y psicológica establecida por los derechistas, sin darle tregua de recuperación al gobierno, atenazado además por la crisis económica derivada de la reducción de los precios del petróleo, su principal renglón de exportación.
También pende sobre la nación suramericana la amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de un ataque militar, amén de las sanciones financieras y de otro carácter impuestas en los últimos meses.
A su favor, la Revolución tiene la prueba que acaba de pasar dignamente el pasado 30 de julio, cuando más de ocho millones de venezolanos votaron a favor de la Asamblea Nacional Constituyente, una herramienta fundamental para traer la tranquilidad al país, poner las cosas en su lugar, y tratar de terminar con el caos instaurado por la oposición.
Hay que dar por sentado que las gobernaciones que gane la derecha serán plataforma política para desestabilizar la nación. La mayoría de los hechos vandálicos cometidos durante la presidencia de Maduro ocurrieron en municipios y Estados gobernados por miembros de la derecha que utilizan recursos a su alcance para desatar episodios de guerra interna.
Esta última semana, el CNE y otros organismos nacionales verificaron la validez de los preparativos, incluida la puesta en marcha del Plan República, con 143 000 efectivos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, la Policía Nacional Bolivariana, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, bomberos y Protección Civil, encargados todos de garantizar la seguridad de la ciudadanía, y de las 30 274 máquinas de votación y los 13 559 colegios electorales.
El fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, afirmó que el domingo se desplegarán 876 fiscales en 85 lugares de procedimiento destinados a atender cualquier irregularidad en el proceso de votación.
También la Defensoría del Pueblo anunció que 200 de sus funcionarios estarán situados en distintos centros de votación para resguardar el derecho de los ciudadanos al voto libre, secreto y universal.
En nota de prensa, la institución precisó que los habilitados para esos puestos fueron capacitados por la Junta Electoral Regional del CNE y trabajarán en conjunto con el Comando Estratégico Operacional de las FANB y el Ministerio de Interiores, Justicia y Paz.
Miembros del Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (Ceela) y otras 50 personalidades extranjeras ya están en Venezuela para dar acompañamiento al proceso, indicó la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).
En los últimos 18 años, Venezuela ha celebrado 19 comicios de distintos niveles, entre elecciones presidenciales, regionales, municipales y referendos. La Revolución solo ha perdido en dos oportunidades.
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