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miércoles, 6 de noviembre de 2024

¿Ucrania: la última gota?

Washington asegura a Kiev que “no estará sola” frente a Moscú...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 05/04/2021
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Caza Ruso-SU-30SM
Un caza ruso su-30sm de última generación en recientes maniobras sobre la sensible región del Báltico. (Tomada de hispantv).

Cuando en política externa o interna  predominan los “dueños absolutos de la verdad”, entonces, inevitablemente, los conflictos tocan a la puerta.

Y en la larga y pedregosa historia oficial gringa en materia de relaciones internacionales, creer que lo suyo es superior, infalible, y que está  por encima de los demás pareceres, ha sido factor desencadenante de no pocas tragedias.

Así, por estos días, ni el recambio de estandartes en la Casa Blanca, ni una realidad global que ya en muy poco cede al chantaje hegemonista, parecen hacer surgir en las orillas del Potomac el más mínimo sesgo de cordura, sensatez y objetividad con relación a la convivencia en el planeta.

De manera que si los Estados Unidos y la OTAN se aposentan militarmente en Europa del Este, crean bases en los Estados bálticos, establecen tropas en Polonia, y  mediante golpes de mano ganan espacios en Ucrania, nadie debe pronunciarse al respecto, ni mucho menos cuestionar  un “derecho” expansionista de semejante talante y extensión.

Pero basta que Rusia, con una frontera occidental bajo creciente asedio, decida concentrar fuerzas dentro de su territorio a las puertas de la divisoria ucraniana, para que entonces desde el Departamento de Estado hasta el mismísimo presidente Joe Biden, se jalen los cabellos, califiquen de amenaza y agresión tales desplazamientos militares, y ofrezcan su socorro inmediato a  la presunta víctima ante “tamaño riesgo.”

Y así es que andan las cosas por aquellos lares bien alejados, por cierto, del vasto espacio geográfico de la primera potencia capitalista.

Demonizada Rusia por alebrestar a los pobladores de origen ruso de la región del Donbás rebelados ante el peligro de exterminio a manos de los golpistas ucranianos de ultraderecha, y por consumar la vuelta a la Madre Patria de Crimea por decisión soberana de sus pobladores, era de esperar una ojeriza especial contra el Kremlin por quienes no dudan en afirmar a los cuatro vientos que quien domine Eurasia controlará el planeta.

De ahí que contra Rusia todo sea bueno y plausible, sin descartar, por supuesto, hasta un conflicto armado regional que abra las puertas a un posible intervencionismo bélico gringo-occidental con su pretendida ganancia de espacio vital más al Este, o al menos el afianzamiento de un clima de inseguridad, violencia e incomodo que perjudique la vida y el desarrollo normal del gigante ruso.

Todo ello, claro, garantizando además el barraje mediático indispensable para vestir al agredido de agresor, y al injerencista de piadoso “defensor de los humildes”, desinteresado “adalid de la justicia”, y “amigo confiable” de las víctimas.

Por ello cuadran a tales gentes las versiones particulares de que Moscú prepara una invasión a Ucrania por la zona donde operan los separatistas, mientras se oculta y dora la verdadera evolución de los acontecimientos que han hecho de los vínculos Kiev-Moscú un caldero hirviente a tenor con las directivas oficiales estadounidenses.

Ante semejante escenario y el despliegue de una retórica insultante, hostil y oportunista, las autoridades rusas han puntualizado varios criterios esenciales.

El primero, que el conflicto del Donbás es un asunto interno que debe ser resuelto bilateralmente por el gobierno de Ucrania y las repúblicas separatistas, por lo que nadie debe pensar en Moscú como un decisivo deshacedor de semejante entuerto.

Segundo: que no es Rusia la que avanza militarmente hacia Occidente, sino los Estados Unidos y la OTAN los que no cesan de intentar sentar plazas a la vista de las divisorias del gigante euroasiático.

Y tercero, que aunque Moscú privilegia el diálogo constructivo, sin lugar a dudas un desplazamiento bélico occidental en Ucrania implicaría que Rusia adoptará todas las medidas necesarias para proteger sus fronteras y su territorio como corresponde a una nación independiente, soberana y con capacidad suficiente para garantizar su integridad.

Entonces, servida la mesa, tienen la palabra los comensales…


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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