El multimillonario Sebastián Piñera comenzó esta semana un segundo mandato como presidente de Chile, con un discurso en el que aunque responde a los intereses del mercado, dejó el beneficio de la duda en ciertos sectores por su espíritu conciliador, republicano y de unidad nacional.
Este destacado empresario, ya había recibido la presidencia de manos de Michelle Bachelet en el año 2010, a quien le pasó el bastón de mando en el 2014, una escena repetida a la inversa el pasado domingo, pues ganó los últimos comicios ante los siempre divididos sectores de la izquierda chilena.
Piñera posee una ideología apegada a los intereses de los grandes capitales, a los que el mismo pertenece y no niega que recibió el soporte en los comicios de dos partidos que apoyaron la dictadura de Augusto Pinochet: la Unión Democrática Independiente (UNID) y Renovación Nacional (RN).
Pero aunque las palabras se las lleva el viento, en su primera intervención pública, desde un balcón de La Moneda, el Mandatario solicitó cinco acuerdos nacionales, que, dijo, deberán ser respaldados por la ciudadanía y en especial los parlamentarios.
Calificados de ¨urgentes¨ convocó a convenios para la Infancia, Seguridad Ciudadana, Salud oportuna y de calidad para todos, Paz en la Araucanía, donde viven los indígenas mapuches, victimas de la crueldad del sistema, así como alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza.
La pregunta del día es cómo en este nuevo período podrá cumplir tales empresas cuando algunos de esos posibles tratados chocarán con los intereses de las grandes corporaciones nacionales y extranjeras asentadas en Chile, a las cuales es cercano.
Ingeniero comercial, 68 años, considerado uno de los tres hombres más ricos de su país, se impuso en segunda vuelta de las elecciones de diciembre pasado al senador independiente de centroizquierda Alejandro Guillier, periodista que representó a la oficialista coalición Nueva Mayoría.
Los problemas internos de Nueva Mayoría y la desilusión ciudadana por sus políticas gubernamentales, abrieron el camino al candidato de la coalición Chile Vamos, integrada por la conservadora UNID, la centroderechista RN, y dos agrupaciones menores.
Para completar el apoyo se le unió el perdedor de la primera vuelta José Antonio Kast, un ultraderechista declarado contra el aborto y la ley de identidad de género, que poseía un porcentaje de votos nada desechables.
INCÓGNITAS DE PIÑERA
Varias son las incógnitas que rodean esta segunda vuelta de Piñera, quien dijo que aplicará las experiencias obtenidas en su primer mandato, pero hay dudas sobre sus posibilidades reales de unir el variado espectro de la derecha y cumplir su promesa de campaña de un desarrollo acelerado.
Como el presidente no puede actuar en solitario y el apoyo del Congreso Nacional es decisivo para nuevas legislaciones, expertos consideran que en ese ámbito encontrará escollos, pues ese órgano aparece dividido, mientras que en las presidencias de las Cámaras hay dos socialistas: Maya Fernández, la nieta del presidente Salvador Allende, y Carlos Montes.
El primer discurso de Piñera también fue escuchado con recelo por quienes conocieron su política represiva, que mucho recordó los métodos dictatoriales, contra los estudiantes que durante dos años se mantuvieron en las calles en lucha por una educación gratuita y de calidad.
Fue su sucesora, la socialista Bachelet, la que legisló la educación sin costo para millones de niños y jóvenes de escasos recursos.
De ahí que aunque su eventual decisión de emprender la transición hacia un Chile desarrollado y sin pobreza pudiera tener buenas intenciones, pocos se lo creen. Mucho menos lo que habló sobre el reemplazo de lo que llamó la ¨errónea lógica del enfrentamiento político¨.
En su defensa, sus seguidores consideran que algunos elementos son diferentes entre su primera etapa como presidente y la actual.
Mientras que ahora ganó con una cómoda ventaja de más de 10 puntos porcentuales ante el postulado de una izquierda que podría ofrecer mucho más pero no lo consigue por su desunión y desgaste, en el 2009, en cambio, obtuvo su victoria frente al demócrata Eduardo Frei con solo tres puntos de ventaja.
Los que defienden su manera de hacer política, enmascaran su primera estancia en La Moneda con supuestos éxitos de sus medidas económicas dirigidas al crecimiento interno y la generación de empleo.
Hay que observar lo que oculta la gran pantalla oficialista. Del 2010 al 2014 no hubo reformas estructurales para alcanzar un nivel social más equitativo y menos desigual.
Respecto al millón de empleos que creó durante su primer gobierno, los especialistas le quitaron crédito, ya que la mayoría fueron precarios o informales, con dudosa protección de los derechos laborales.
El Censo de 2012, que impulsó como un gran logro, demostró una reducción en el número de personas bajo la línea de pobreza, pero también que Chile, a pesar de sus grandes riquezas, es la nación con mayor desigualdad entre los 35 miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Ello se traduce en que el 10% más rico de la población recibe un tercio del total de los ingresos. Mientras, el 10% más pobre, solo el 2 por ciento.
Se trató de una investigación con modalidades diferentes a los anteriores, se hizo durante un mes, sin necesidad de que estuvieran presentes los habitantes en los domicilios. Fracaso estruendoso. El Censo, según una auditoría técnica, poseía grandes deficiencias, pues omitió información de casi un 10% de la población.
Se consideró inservible e ilegal, ya que no era confiable para la formulación de futuras políticas. Se perdieron 60 millones de dólares que, por supuesto, no pagó el millonario Presidente.
A Piñera puede responsabilizarse con el resurgir de los movimientos sociales en Chile, a partir de las continuadas y gigantescas movilizaciones estudiantiles, reprimidas por la Gendarmería a balas y gases lacrimógenos. Dos años continuos en las calles pasaron los jóvenes, muchos de ellos heridos y detenidos por la fuerza pública.
Sus políticas sociales desentonaron con las demandas del estudiantado, que llevaron a movilizarse a más de 100 mil personas, pues recibieron el apoyo de sindicatos, profesores y otros grupos reprimidos.
Tampoco la gente olvida la crisis de los 33 mineros rescatados luego de quedar atrapados en una mina sin condiciones de trabajo, y la disminuida gestión gubernamental para paliar un terremoto que dejó 525 muertos el 27 de febrero de 2010, dos semanas después de que asumiera la presidencia.
En aprietos anduvieron Piñera y su equipo cuando en 2011 y 2012 se alzaron ciudades enteras en Magallanes y Aysén, en el sur de Chile, debido a las carencias en la calidad de vida de la población, dada su lejanía con el resto del país y las políticas centralistas impulsadas durante décadas.
Tampoco se entendió con los pueblos indígenas que también protestaron ante la aprobación de centrales hidroeléctricas en detrimento del medio ambiente, como un medio de solución al problema energético nacional.
Autodenominado por Piñera como un ¨gobierno de excelencia¨, una vez entregado el mando a Bachelet, comenzaron denuncias formales contra dos de sus ministros, y el subsecretario de Minería; pagos irregulares a la empresa Kodama, escándalo por el perdón otorgado por el Servicio de Impuestos Internos a la compañía Johnson´s, a la que ese ente oficial condonó el 99% de las multas e intereses que debía al Estado, por un valor de 59 mil 000 000 de pesos.
Piñera volvió a las pautas políticas y a los noticiarios. Su elección es considerada por especialistas como un retroceso en dos sentidos: hacia el país tomado por los intereses corporativos de los más ricos y hacia el Chile militarizado de Pinochet.
Aun no hace una semana que volvió a entrar por la puerta grande de La Moneda. El se autodenomina ¨el presidente del cambio, del progreso y de la clase media¨, pero aunque diga que aprendió mucho de su primer mandato cuando era más empresario que político, nada indica que su pensamiento conservador haya cambiado y que su sentido de la prosperidad sea muy diferente a la de un campesino, un minero o un estudiante.
Las lógicas del libre mercado, profundizadas en su primer mandato, seguirán en este segundo, pues hay una continuidad respecto al modelo de tipo neoliberal que tiene Chile, con una política macroeconómica pragmática.
"Piñera representa una derecha que tiene en sus filas a defensores de violaciones a los derechos humanos, a gente que ve la inmigración como una amenaza, que ven a las mujeres que abortan como unas asesinas y que quieren profundizar el modelo neoliberal segregacionista", opinó Coni Schon, secretaria general del Frente Autonomista y vocera del Frente Amplio.
Quizás Schon no esté equivocada.
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