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miércoles, 20 de noviembre de 2024

París: una misa atrasada

Un año después de asumir la presidencia de Francia, la administración de Emmanuel Macron ha profundizado las desigualdades en el país...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 08/05/2018
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Si bien Macron se presentó como un hombre que no era de izquierdas ni de derechas, una mayoría considera que se destaca como un conservador neoliberal convencido

Emmanuel Macron pasó un mal rato durante una reciente visita a la unidad para niños autistas en el Hospital Universitario de Rouen. Duras críticas del personal debido a las carencias materiales y humanas que enfrenta el sector sanitario, le fueron formuladas con acritud al jefe de estado.

Fue sobre todo el personal de enfermería el que increpó al presidente. El agobio que les provoca atender una cantidad excesiva de pacientes y con escasos recursos, menoscabando la calidad de la asistencia, fuerza al extremo sus capacidades físicas y profesionales. Aparte de los reclamos verbales, se negaron a darle la mano a Macron.

Esto ocurrió en abril, dos días antes de la huelga de los empleados del sistema ferroviario que cubre rutas nacionales y distancias dentro del continente, opuestos a medidas enfiladas a privatizar esa esfera (en ciernes está hacer otro tanto con los aeropuertos de la capital y con el mecanismo de lotería).

Los ferroviarios temen correr la misma suerte de los 2 mil funcionarios públicos ya despedidos (de correos, aparato judicial, etc.), o la de aquellos que pasan de la gestión estatal a la privada, pues esta implica desempleo y menos o ninguna protección en tanto la reforma laboral, impuesta por Macron pese a las protestas , puso en manos de los patronos cómo emplear y despedir, sin las regulaciones antes existentes.

Profesionales y otros ocupados en el sector de la salud se quejan por la disminución de los presupuestos (son 1600 millones de euros en este 2018), los despidos, merma de camas y procedimientos, además de por la insuficiencia de medios para el adecuado ejercicio de sus funciones.

Irrita sobremanera lo que definen como un protocolo basado en mecanismos propios de las cadenas de montaje automovilístico, creadas hace decenios en Estados Unidos e ilustradas de forma magistral por Charles Chaplin en el clásico Tiempos modernos; algo que, quizás, tenga sentido en actividades de otra naturaleza, pero no para aplicar con personas.

Las administraciones anteriores comenzaron lo que Macron ha profundizado con entusiasmo. En los últimos doce meses, el presidente galo disminuyó el gasto público en 60 mil millones de euros. Esto significa desde acortar los fondos a comedores escolares, pasa por ahorros como el aplicado en sanidad pública o bajar también el apoyo a los desempleados o a la enseñanza superior. Esas reducciones -¿adónde irán a parar?- van aparejadas con un aumento de impuestos para los jubilados, mientras se les rebajan al empresariado y a las grandes fortunas.

Lo citado explica que, según la última encuesta de Sciences Po, entre el 70% y el 80% de los franceses consideren que disminuyó su poder adquisitivo y se acentuaron las desigualdades. Las zonas agrícolas, pese a tener Francia un sitio preponderante dentro de la Unión Europea y contar con su asistencia financiera, se reporta como una de las esferas descontentas, por lo incongruente de lo destinado hacia las grandes empresas y lo poco que se les otorga a los pequeños productores.

Si bien Macron se presentó como un hombre que no era de izquierdas ni de derechas, una mayoría considera que se destaca como un conservador neoliberal convencido, que favoreció a solo el 5% de los franceses más acaudalados, con una política fiscal que descuenta en 5 mil millones de euros las tasas impositivas para las rentas más altas.

Algunos medios citan al conocido economista norteamericano Thomas Piketty, quien asegura: Esta política fiscal resulta parecida a la que impulsa Donald Trump. La revista estadounidense Forbes, a su vez, presenta a Macron como “el líder del libre mercado”.

Aparte del déficit social que viene acrecentando, entre ciudadanos o sus detractores, incluyendo analistas fuera de Francia, se sitúa como hecho destacado la apreciable dosis de autoritarismo presente en su administración, disimulada tras la apariencia juvenil y sonriente del mandatario. Muchos decretos son puramente presidenciales, pues dentro del poder legislativo posee mayoría afín y ese ámbito de poder tiene funciones bastante limitadas para estas fechas.

No toda la sociedad ve mal al jefe de estado número 25 de la república francesa. Una clase media-alta con ventajas y parte de la intelectualidad seducida por ciertos aires de grandeza prometidos, le favorecen casi tanto como los siempre privilegiados bajo todas las banderas políticas anteriores. El intento de Francoise Hollande de modificar un poquito esa tendencia resultó un fracaso –casi seguro por mal estructurada-  y sin mucha batalla se dejó convencer por las circunstancias domésticas y exteriores.

Los sindicatos galos están muy divididos (ni siquiera se pusieron de acuerdo para los festejos del primero de mayo último) y los partidos políticos padecen viejas deformaciones o bochornosas e insanas metamorfosis. No encuentran el rumbo ni quien les timonee.

Eso se apreció en las elecciones que concluyeron dándole el éxito a quien cumple ya un año en El Elíseo, y se mueve para captar a la derecha infiel a Nicolas Sarkozy para que se le una en sus empeños de modernizar a Francia. Así le dicen a los programas que destruyen los amortiguadores sociales adquiridos luego de largas y fornidas luchas sociales, las cuales tienen en este 50 aniversario de mayo de 1968, una memoria digna de ser rescatada.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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