En la semana concluida se conoció que Estados Unidos, líder junto a China en emisiones de CO2 y en contaminación del agua o especies amenazadas, abandonaba oficialmente el acuerdo sobre el cambio climático de París, mientras el planeta había sobrepasado su gasto ecológico anual.
El Gobierno estadounidense notificó formalmente a la ONU su intención de retirarse del Acuerdo que a finales de 2015 firmaron casi 200 países, como anunció Donald Trump, el pasado 1 de junio, al argumentar que ese pacto pone en “permanente desventaja” a la economía y los trabajadores estadounidenses.
Trump había dicho que el cambio climático es un invento de los chinos para perjudicar la competitividad estadounidense. Y, gruñó que: “…Por la gente de este país salimos del acuerdo. Estoy dispuesto a renegociar otro favorable para Estados Unidos, pero que sea justo para sus trabajadores, contribuyentes y empresas. Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”.
Pero, expertos consultados por Efe, en junio, consideraron que Estados Unidos “no tiene absolutamente nada que ganar y sí mucho que perder” tras salir del Acuerdo de París, que, entre otras cosas, es de cumplimiento voluntario y sus compromisos de reducción de emisiones no arrancan hasta 2020.
Además, de las pérdidas en los puestos de trabajo que más crecen (los asociados a las renovables y las tecnologías limpias) y en competitividad, Estados Unidos se estaría sumiendo en el aislacionismo frente al multilateralismo, subrayó la directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales de España, Teresa Ribera.
Aun así, en mayo 22 senadores del Partido Republicano, entre ellos el líder de esa mayoría, Mitch McConnell, y el senador por Texas y excandidato presidencial, Ted Cruz, exigieron al presidente por carta que rompiera con el Acuerdo de París contra el cambio climático, que consideran que amenaza la economía estadounidense, e insistió en las deficiencias del acuerdo.
Cuando Trump es presionado y él mismo comparte esas ideas, es fácil comprender que no hay buenos auspicios en Washington para preocuparse del planeta tomando en consideración, incluso, las evidencias científicas.
Quizás tan grave como lo anterior, es que la humanidad está consumiendo todos los recursos que el planeta puede renovar en un año. En la actualidad se están gastando los recursos que producirían 1,7 planetas Tierra.
Esto lo calculó la organización no gubernamental Global Footprint Network, calificando al miércoles 2 de agosto como el “día de la sobrecapacidad de la Tierra” (“overshootday”, en inglés), según informaba Diario Registrado.
Asombra que el dato solo fue titular en sitios ambientalistas, mientras los grandes medios como generalidad lo silenciaron.
“A partir de esa fecha la humanidad habrá consumido el conjunto de los recursos que el planeta puede renovar en un año”, dice la declaración conjunta de las ONGs Global Footprint y la World Wildlife Fund (WWF).
Para sus cómputos, Global Footprint toma en cuenta los recursos consumidos por la pesca, la ganadería, los cultivos, la construcción y la utilización del agua.
“Estamos viviendo a costa de los recursos naturales de las futuras generaciones”, manifestó el secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo.
“Esto significa que, en siete meses se emite más CO2 que los océanos y los bosques dan cuenta de absorber en un año. Pescamos más peces, talamos más árboles y consumimos más agua que la que Tierra es capaz de producir en el mismo período”, explicaron las organizaciones.
Para dar cuenta de ese ritmo y seguimiento de la demanda, se estima que nuestro planeta tendría que ser un 70 % más grande de lo que es actualmente, valoró un analista del portal Pysnnoticias.
No existe argumentación que sostenga que no vivimos en una crisis climática, y lamentablemente el Acuerdo de París, a pesar de lo que se dice, entre otras cosas, no consiguió un pacto vinculante para los gobiernos, y sus compromisos de reducción de emisiones no arrancan hasta 2020.
Como van las cosas, mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2 °C en relación con la era preindustrial, no es posible sin voluntad política de los estados y la ciudadanía.
La dramática realidad, es que lo que está en peligro es la supervivencia humana dado el paradigma imperante del capitalismo, que hasta este tópico lo ha logrado politizar y mercantilizar.
¿Será acaso que los ricos piensan que ellos y su descendencia pueden tomar un cohete e irse a otro planeta?
Que fantaseen y se vayan si lo consiguen, pero es mejor la utopía posible de salvarnos todos, antes de que sea demasiado tarde, que solo será posible si no permitimos que los decisores de los grandes centros económicos continúen mirando al lucro a costa de las futuras generaciones.
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