Si usted como individuo o comunidad carece de un espacio donde con decencia, objetividad y creación pueda empeñarse por garantizar sus objetivos y propósitos de vida, ciertamente nunca estará completo.
Como nunca lo logrará tampoco si debe intentar subsistir bajo la perenne intromisión, la imposición, la fusta y las decisiones de vecinos inescrupulosos, prepotentes, invasivos y altaneros.
Traslade entonces estos juicios al sensible tema de contar con una patria realmente independiente y con capacidad y espacio abierto para dirimir por si misma sus problemas y dislates de manera honesta y efectivamente inclusiva, y seguramente no le será difícil concluir que sin ella entonces no habrá nada, y por tanto nada será posible.
De ahí que cuando, con limpieza y compromiso, y a partir de toda la experiencia histórica propia e internacional, se urge a la defensa de la integridad y la autodeterminación de un país y su colectivo humano, se está abordando una disyuntiva crucial, determinante y decisiva en el propio existir de la nación.
Es el definitorio instante donde además se prueban de verdad dirigencia y ciudadanía responsables, sentidas y profundas, o se revelan en toda su intensidad la desidia por lo propio, el oportunismo, la simulación y el entreguismo servil.
Y es por estos días complicados en todos los sentidos para el mundo, y en él Cuba, que los desdeñosos y engreídos vecinos de una nación parecen empeñados en intentar matar lo que nunca les ha gustado de un país al que afirman desear lo mejor, mientras mantienen cerradas todas las clavijas posibles para que eso no suceda.
Palos, cerco, calificativos peyorativos de corte unilateralista, sedición, descrédito mediático, confusión, mentiras, tergiversaciones, turbio mercadeo con voluntades ya sean malsanas, maleables, confundidas o no bien enfocadas del todo, junto a hipócritas poses filantrópicas y de “perdonavidas”, son claves en un ríspido decorado donde al alboroto se vende y se agita desde inmediatas y cómodas fronteras, y las angustias tocan, como siempre, a los vapuleados y pretendidos beneficiarios.
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Al final, Cuba sigue siendo el mismo apetecible bocado que desde la misma independencia de las Trece Colonias codiciaron los “padres fundadores” de la Unión, y que fue conservada con celo como fruta en maduración hasta la guerra de rapiña contra el desahuciado poder colonial español bajo el manifiesto, violado muchas veces después por USA, del “derecho de los cubanos a la libertad”.
Un prolongado “ensueño” al que se suman contrasentidos como, por ejemplo, que en tiempos de elecciones un candidato prometa que se van a enmendar las políticas agresivas y extremistas contra La Habana, y una vez en la presidencia no solo da largas indefinidas al asunto, sino que además confirma y suma decretos hostiles como la ratificación del país como cómplice del terrorismo, o partícipe en el tráfico de personas.
Es como aquello de afirmar que el bloqueo no existe, pero mantenerlo incólume aún con su presunta “inutilidad”, y restregar además en el fango la creatividad, capacidad, ingeniosidad y tenacidad de nuestra gente (no exenta de insuficiencias y errores), que le han permitido resistir y crecer a pesar de todos los avatares.
Es pretender lo mismo con vestirse de beato y dibujar en el aire “actos misericordiosos” como “enviar vacunas para la Covid 19” a una nación que cuenta con cinco antivirales propios a pesar del encono de la primera potencia capitalista, hablar de reabrir embajadas cerradas a propósito de manera unilateral, o coquetear con la insinuación de permitir nuevamente remisiones monetarias entre familias de uno y otro lado, pero sin tocar un pelo del andamiaje que reduce tales cuentos a simples curitas demagógicas en un océano de hostilidad y desmanes.
Y es que si hubiese en verdad honestidad, claridad, y decencia, lo que tocaría a los que enarbolan la ruindad es, sencillamente, ocuparse de sus asuntos domésticos y dejar que los demás hagan lo mismo en sus respectivos hogares. No pretender ordenar más las casas ajenas a tono con sus personales caprichos, con mayor razón cuando la propia ha probado tener bien encasas virtudes como para presumir de modelo y ombligo universales.
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