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lunes, 18 de noviembre de 2024

La tierra, emblemático dilema africano

Entre 2016 y 2018 organizaciones no gubernamentales calcularon que lo enfrentamientos de agricultores, mayormente cristianos, y pastores fulanis, de mayoría musulmana causaron más de 3 000 muertos en Nigeria, en la batalla por la tierra...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 26/12/2019
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África, entre la tierra y la tierra
África, entre la tierra y la tierra la disputa o la colaboración para la supervivencia puede extenderse y llegar hasta el infinito. (Tomada de almendron.com)

La Historia muestra la casi inexistencia de comunidades inmunes a las disputas, que exacerbadas pueden causar guerras para determinar quién es el  actor hegemónico en un área determinada, en la cual concreta su versión del poder.

En África persisten muchos conflictos muy dañinos, algunos propios por diferencias ancestrales y otros importados, en cuyos orígenes están las necesidades elementales para la supervivencia como el uso de la tierra –para la agricultura o la ganadería- y el aprovechamiento de las fuentes hídricas.

Las contiendas africanas vinculadas con la tenencia del suelo y explotación de  sus recursos, variaron significativamente su forma en los últimos 70 años, pero pese a los cambios aún persisten, porque expresan contradicciones esenciales enlazadas con múltiples factores que les condicionaron.

Así las causas de esa lucha cada vez son más numerosas, dice Sara Berry en Debate sobre la historia y el problema de la tierra en África, y cita entre ellas el rápido crecimiento demográfico, el deterioro ambiental y los cambios que hacen a muchos dependiente de la agricultura en pequeña escala, la ganadería y la producción de forraje.

Todas esas afectaciones “han llevado a África, de la abundancia de tierras en la primera mitad del siglo XX, a su creciente escasez a finales del siglo”, resume la autora.

Hoy hay disputas entre ganaderos y agricultores, que defienden sus intereses desde posiciones diferentes en el cuadro de la producción, en el cual tratan de gestionar los beneficios principalmente socioeconómicos aportados por la propiedad de alguna parcela y sea como en provecho personal, familiar o comunal.

Si en teoría la posesión del suelo es un noble concepto muy abarcador referido a la tenencia de la tierra para la extracción de sus recursos al margen de las fluctuaciones de su valor, en la práctica este impone las directrices que operan en el mercado.

Lo anterior equivale a entender que: mientras la tierra es un bien universal dado al hombre por la naturaleza, la propiedad de esta constituye una norma que limita su disfrute y se corresponde con las variaciones de la economía, entonces el goce propuesto suele reducirse a mecanismos de oferta y demanda.

Pero evaluar el tema solo en ese sentido, por muy fundamental que sea, no concreta un conocimiento integral de un tópico tan complejo y que en los últimos tiempos causó víctimas a unos y benefició a otros, como consecuencias de la división de funciones originada en la comunidad tradicional para sobrevivir.

La colonización destrozó el desarrollo de ese modelo de sociedad, en la cual fraternidad significaba supervivencia y obligó a asumir otras opciones para enfrentar  la posible extinción de las comunidades ante el avance de la “modernidad”, que significó trata esclava, despojo territorial y otras formas que violentaron la transición.

Existen sucesos fidedignos sobresalientes en las disputas por la tierra, algunos concernientes a los movimientos independentistas como son los casos de la guerra anglo-zulú (Sudáfrica 1879) y el levantamiento de los Mau-Mau (Kenya 1952), hechos que aún ilustran el anticolonialismo africano en dos períodos distintos.

HISTORIAS

En el siglo XIX, la comunidad zulú va a la guerra para enfrentar la expansión colonialista británica que les despojaba de sus tierras y además destrozaba las base del reino de Cetshwayo  kaMpande, la máxima autoridad tradicional que lideró a los guerreros de su pueblo durante la contienda (1879).

Una comisión británica intentó negociar los lindes de la colonia de Natal en 1878 se le exigía a los zulúes proteger a los colonos o a indemnizarles, Cetshwayo se negó y el enviado de Londres, Sir Bartle Frere, tensó el problema con el envío de un ultimátum el 11 de diciembre de 1878, lo cual causó la declaración de contienda bélica.

El 11 de enero de 1879, Cetshwayo desató la llamada Guerra Zulú contra los británicos, que intentaban ampliar sus intereses en los territorios de la comunidad  africana en actual provincia sudafricana de Kwazulu. Las tropas europeas sufrieron su primera derrota en el continente en la Batalla de Isandhlwana.

Otro antecedente de la lucha anticolonial fue el levantamiento de los Mau-Mau, integrantes de una organización guerrillera keniana que luchó contra la ocupación británica de 1952 hasta 1960; fundamentalmente sus efectivos procedían de la comunidad kikuyu con algunos integrantes meru y embu.

La causa del alzamiento fue la ocupación de tierras por colonos europeos, la mayor parte era la denominada «White Highlands», donde el clima favorecía la agricultura, pero era habitada por los kikuyus. Tal despojo generó un descontento y ya en los años 50, la mitad de ellos no disponía de parcelas, enfrentaban pobreza, hambre y desempleo.

Se retoma el debate por la tierra como un aspecto esencial en África, donde el acceso a suelo constituye un asunto tanto de solidaridad como de identidad y apego, reforzado por el concepto psicológico que caracteriza al “Ubuntu” sinónimo de convivencia y fraternidad para poder enfrentar las vicisitudes.

AHORA

En el panorama actual sobresalen cambios significativos en el tema de la tierra, que incluye la lenta y en ocasiones angustiosa aplicación de la reforma agraria, el asunto de la privatización de los recursos, que también puede conjugarse con los procesos de desnacionalización del patrimonio asociado con la globalización neoliberal.

La exagerada apropiación de grandes extensiones de tierra por parte de las firmas trasnacionales (latifundios) o la degradación de la calidad de esas áreas por contaminación de diversos tipos –como los derrames de petróleo en el sur de Nigeria- amenazan al productor simple y constituyen también motivos de pugnas.

Por otra parte, el deterioro del clima incide directamente en las conductas asumidas por los perjudicados, pues pastores y agricultores luchan para aprovechar los escasos recursos de zonas fértiles, debido a la buena calidad del suelo y/o la existencia de fuentes hídricas; unos quieren los pastos y los otros cultivar alimentos.

Pero el auditorio internacional es testigo de que esos debates se dilatan y los resúmenes estadísticos registran en África miles de muertos y daños millonarios, así como por lo general interactúan con otros elementos corporativos de mucho riesgo: la pertenencia a una comunidad determinada o la filiación confesional.

Pese a una larga historia para defender su tierra, el continente marcha con dificultad sobre los rieles de la contemporaneidad, en la cual, -sin variar los principios de pertenencia e identidad- se imponen transformaciones en el ser social africano a fin de cambiar las percepciones conflictiva respecto al suelo que le acoge.

Sin embargo, lo anterior requiere soluciones esenciales que incidan en los procesos productivos y permitan aportar equidad y racionalidad en la explotación de ese sostén de los humanos –y en la requerida preservación ecológica- en favor de modelos avanzados de apropiación-beneficio.

Aunque sin hacerse vanas ilusiones esa empresa beneficiaría a todo el continente y supondría cambios de fondos en cuanto a la relación de propiedad, pero eso solo le concierne a los africanos, que como demuestra la historia tienen las potencialidades y la sabiduría para dar un giro positivo en esa dirección.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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