El domingo 4 de marzo Italia celebra sus elecciones presidenciales, tal vez las más inciertas de las últimas décadas. Vuelve Silvio Berlusconi y repite Matteo Renzi.
Asoma el recelo a las políticas de la Unión Europea, alimentado por el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, en un país que ha tenido 64 ejecutivos en 70 años y ha convertido la crisis en un sistema de gobierno.
Faltan respuestas claras para la llegada de más de 600 000 migrantes, soluciones para una inestabilidad económica interminable o para los problemas de la salvaje desigualdad entre norte y sur. Pero la inmigración es el asunto que ha monopolizado la agenda de todos los partidos y también una preocupación al alza entre la población.
En la actualidad existen tres grupos que dominan la escena política con idéntico peso: el polo de centro-derecha, el de centro-izquierda y el del “populismo” puro, encarnado por el Movimiento 5 Estrellas. De esta forma, las elecciones del 4 de marzo confirmarán la quiebra de la dinámica política bipolar que venía dándose en Italia durante más de dos décadas.
La izquierda italiana vuelve a dar muestra de un elemento que siempre les ha diferenciado de la derecha, su tendencia a la división. Lo que resulta particularmente grave si tenemos en cuenta que la ley electoral con la que se van a celebrar estos comicios premia a los partidos que se presentan en coalición, en detrimento de los que lo hacen individualmente.
Los sondeos publicados dan ganador a la coalición de centro-derecha, pero no llegaría al 40 por 100 de los votos, porcentaje necesario para alcanzar la mayoría parlamentaria.
El Movimiento 5 Estrellas afronta su peor crisis a solo 20 días de las elecciones de Italia. El partido, fundado sobre la idea de honestidad y el combate a la corrupción en las formaciones políticas italianas, ha descubierto un agujero en sus cuentas de al menos 1,4 millones de euros, provocado, en parte, por el fraude masivo de algunos de sus miembros electos. La formación fundada por Beppe Grillo, a la que todos los sondeos dan como vencedora de las próximas elecciones con una estimación de alrededor del 28 % de los votos —la coalición de centro-derecha se colocaría por delante sumando la fuerza de cuatro partidos—, se encuentra en el momento más crítico de los últimos cinco años. Imperturbable en los sondeos durante toda la legislatura, ha sufrido en la última semana varios reveses que amenazan su hegemonía.
El día después de las elecciones generales de marzo próximo es probable que los italianos se despierten sin saber quién los va a gobernar. Según las encuestas, con la ley electoral recientemente aprobada, ni el Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi, ni Forza Italia de Silvio Berlusconi, ni el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo lograrían una cantidad de escaños suficientes para formar un gobierno sin tener que pactar alianzas.
Por eso, todo apunta a la reedición de una gran alianza parlamentaria entre las fuerzas políticas más moderadas: Partido Democrático, Forza Italia y los partidos de centro.
Si se confirman esas estimaciones, la formación de derecha tendría que negociar con otros partidos para poder formar un gobierno, por lo que el escenario político es de total incertidumbre.
En definitiva, se mantendrá la batalla por el último voto hasta el día 4 de marzo. Los indecisos y la participación en las urnas pueden también influir mucho. Hoy por hoy no se vislumbra un posible gobierno en Italia, salvo que se forme esa amplia coalición.
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