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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Genocidio en Brasil

Presidente Bolsonaro es responsable de la tragedia humanitaria a causa de la COVID-19...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 24/03/2021
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PT-Brasil-destitución de Bolsonaro
Negado Bolsonaro a aceptar la pandemia, hasta situar al país en el segundo con más decesos en el mundo.

Lo que está ocurriendo en Brasil, con más de 12 millones de personas contagiadas y 300 000 fallecidos a causa de la COVID-19, es responsabilidad del derechista presidente Jair Bolsonaro, negado a aceptar la pandemia hasta situar al país en el segundo con más decesos en el mundo, solo superado por Estados Unidos.

La actitud del ultraderechista Bolsonaro, fanático evangelista, excapitán del Ejército, es calificada de asesina, ya que se negó a proteger a su pueblo, un 48 % viviendo en pobreza, cuando la enfermedad apareció en el país el 26 de febrero de 2020 —el primero en América Latina—, y que ahora se erige, según medios científicos, en una amenaza epidemiológica para la región y el planeta.

La ignorancia y los delirios de grandeza —al extremo de decir que solo Dios determinará cuándo termina su mandato— muestran un año después un Brasil convertido en un cementerio a cielo abierto.

Como jefe de gobierno, nunca prestó atención al control de la pandemia. Epidemiólogos reconocidos de la Fundación Oswaldo Cruz, la más importante entidad científica del país, indicaron que intentaron convencerlo de la peligrosidad de una bacteria desconocida, sin encontrar respuesta.

Políticos de distintas tendencias encuadran la conducta del dignatario en la ley 2 889, de 1956, que define el delito de genocidio y establece altas penas de prisión por ello. El país se acerca a los 300 000 muertos.

Esta semana Bolsonaro se reunirá con una comisión de Congreso Nacional para formar un comité estratégico que dé respuesta coordinada a la pandemia, aunque tal como está la situación, la cita podría concluir en malos términos..

El diario Folha de São Paulo precisó, con base en fuentes del parlamento, que algunos legisladores consideran la cita como la “última oportunidad” de Bolsonaro. Si el encuentro no llega a buen puerto, muchos pretenden instalar una comisión parlamentaria de investigación sobre la COVID-19 y algunos buscan directamente comenzar a promover el juicio político al mandatario.

El Presidente cometió una lista de errores

En su momento adoptó medidas para frenar el cierre de economías estaduales; se presentó ante el Tribunal Superior de Justicia para mantener la apertura a cualquier precio, vetó una ley aprobada en el Congreso que cedía más presupuesto para atender las necesidades de los médicos infectados por el virus o evitar la reducción de los recursos contra la pandemia. Incluso su negativa a comprar la vacuna china, son decisiones políticas concretas que causaron un daño irreparable.

Todas ellas tuvieron consecuencias más problemáticas que los mentados cambios de ministro de Salud —ya van cuatro— desde que asumió el 1° de enero de 2019.

El periodista Homero Gottardello definió a la situación actual como “el genocidio brasileño de la COVID-19” y trazó una comparación con datos arrojados por el Holocausto contra el pueblo judío en Europa. “Ocupa el segundo lugar después de los campos de exterminio de Belzec, Treblinka y Auschwitz”, escribió en el sitio jornalistaslivres.org.

Gottardello sostiene que “el mandatario, ante la constatación de que el nuevo virus actuaba de manera diferente en distintos sectores de la población, afectando más gravemente a los ancianos y a las personas con enfermedades preexistentes, no dispuso medidas restrictivas inmediatas y simples acciones preventivas que colaborarían con la no propagación del virus en el país, como ya se había hecho con innegable éxito en China, donde se detectó y enfrentó el virus por primera vez”.

La etiqueta Bolsonarogenocida asimiló en un día más de 11 000 000 millones de resultados en Google. El repudio mundial hacia un gobierno fallido se hace realidad.

Y aunque el presidente es en sí mismo un peligro, tampoco hay que olvidar que su gabinete está integrado en su mayoría por altos mandos militares, sus grandes cómplices, y un sector poblacional donde sobresalen pastores evangélicos sumidos en un fanatismo místico suicida.

El descontrol y la carencia de una infraestructura sanitaria eran conocidos por el Ejecutivo. El excapitán del Ejército calificó la letal dolencia de “gripecita” y quedó evidenciado que los verdaderos gobernantes, la oligarquía local, puso la economía delante de la vida humana. El dignatario incluso rechazó el uso de cualquier tipo de protección para evitar el contagio.

Hace pocos días, el exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva calificó de “estúpidas” las decisiones del también conocido como “payaso” y recomendó a la población vacunarse para evitar más muertes. Las primeras 1 022 400 dosis de vacunas llegaron a Brasilia el pasado día 21 a través del mecanismo Covax de Naciones Unidas.

Para vender la idea del macho ganador, el sexagenario mandatario montado en un caballo por las calles de Brasilia, la capital, sin mascarilla, convenció a los más ingenuos e ignorantes de sus seguidores que la COVID-19 era un mal pasajero y que había que olvidarse, según dijo, de “tanto llantico”.

Los disparates de Bolsonaro van encaminados a proteger los emporios económicos y fortalecer la idea de primero el trabajo para, dijo, salvaguardar la economía informal de la que dependen cientos de miles de personas, unido a un servicio sanitario destruido, lo cual dio lugar a la tragedia humanitaria actual.

Sabido es que, en tiempos normales, los servicios de los hospitales públicos de Brasil son deficitarios. Y son, además, el único refugio para las personas pobres, pues de 6 400 funcionando, casi 70 % son privados.

La relevancia de la situación sanitaria del enorme país de más de 800 000 km² afecta al resto del planeta. Especialistas de fama mundial advirtieron —y así ocurrió— que Brasil es un caldo de cultivo para variantes del nuevo coronavirus, conocido por primera vez en China en 2019.

La enorme cantidad de fallecidos, la mayoría sepultados en campos improvisados, y la rapidez del contagio, hacen que puedan presentarse, como ocurrió, nuevas variantes del virus. La denominada “cepa brasileña” o P1 ya se encuentra en varios países. Esa fue la primera mutación, pero otras pueden surgir y dispersarse a nivel planetario, pues no hay políticas apropiadas para encarar el problema.

Las actuales vacunas fueron diseñadas para el virus en su forma original, pero no para las mutaciones. Al tener el virus la capacidad de expandirse, la nación suramericana deviene epicentro de la dolencia.

En ese sentido, Pedro Hallal, epidemiólogo que se desempeña en el Estado sureño de Rio Grande do Sul —uno de los más castigados por la COVID-19—, señala que el desbordamiento viral implica un peligro que va mucho más allá de las fronteras brasileñas. 

Hallal explicó a medios de prensa internacionales, que “un 21 % de todas las muertes ocurridas en el mundo debido a la COVID-19 sucedieron en Brasil, donde solo habita un 2,7 de la población mundial. Entonces Brasil se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública global”, indicó.

Rio Grande do Sul, fronterizo con Uruguay, es un Estado desbordado. Según el experto, “en esta sureña región la situación se está poniendo realmente mala; superamos el 100 % de la ocupación en unidades de cuidados intensivos”.

Entrevistados por la prensa internacional, muchos brasileños se consideran abandonados por el gobierno federal, dado que los políticos, opinan, se tardaron mucho en actuar cuando ya se conocía la pandemia.

Las discusiones y divisiones dentro de la cúpula gubernamental se extendieron también a los gobernadores estaduales, que comenzaron a actuar bajo su responsabilidad, separados del ámbito federativo.

Jamás el presidente decretó siquiera un cierre parcial de los territorios más complicados con la pandemia, y mucho menos una cuarentena para frenarla.

Nefastas Experiencias

Bolsonaro, quien se considera un ser extraordinario en muchos sentidos, se creyó en el derecho de determinar quiénes vivirían o no en el Estado brasileño, pues en su opinión, y así lo dijo públicamente, la COVID-19 “limpiará la sociedad de todos sus males”, es decir, los pobres, los negros, los indígenas.

Su racismo quedó en evidencia en 2017 cuando anunció que si llegaba a la presidencia acabaría con las reservas indígenas y las “quilombolas” (personas que viven en palenques, antiguos refugios de esclavos fugados y donde ahora viven sus descendientes) porque obstaculizan la economía.

Es tanto el desinterés de las autoridades del autollamado “país más grande del mundo” que en fecha reciente, y a pesar de las negativas relaciones diplomáticas entre las dos naciones, Venezuela, en un gesto de solidaridad para con el vecino pueblo, envió a los Estados fronterizos de Amapá y Amazonas altas cantidades de oxigeno medicinal, pues en esos territorios ni siquiera existía la posibilidad de aliviar el ahogo producido por el virus.

La variante P1, según consideran muchos investigadores, surgió en el Estado de Amazonas y los científicos solicitaron a la Organización Mundial de la Salud, que ante el colapso hospitalario y de servicios médicos, envíen los insumos y vacunas necesarias para atender a la población.

Son muchos los investigadores que, a nivel mundial, solicitan ayuda para que en Brasil se pueda dar un confinamiento total, una vacunación rápida y la adopción de medidas sanitarias, con el propósito de controlar lo que está sucediendo.

Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud, comentó respecto a la situación de Brasil que “las medidas adoptadas son insuficientes y necesitamos combinar esto con una campaña de vacunación acelerada y no lo estamos viendo. Precisamos atención inmediata de la industria farmacéutica, y de otros gobiernos porque si no empezamos a vacunar de manera masiva, esto se convertirá en una tragedia imparable”.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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