A pesar de protestas, sanciones, campañas mediáticas, pellizcos, oportunistas ofrecimientos de suministros energéticos más caros y contaminantes y reiterados anuncios gringos de malos tiempos geopolíticos para Europa Occidental, este septiembre quedaron sellados los últimos tramos de las tuberías del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania.
Considerada maliciosamente por Washington como un escalón que afianza la dependencia del oeste del Viejo Continente con respecto a los suministros rusos de energía, la nueva vía podría iniciar su trabajo a fines de diciembre próximo y lograr en breve el tope de 55 mil millones de metros cúbicos de metano al año que admite su máxima capacidad. Ese volumen se suma a los cupos del primer ramal, el Nord Stream 1, construido en 2011, con lo que se duplicarían los actuales envíos de gas ruso a territorio germano a través del mar Báltico.
La tan perseguida por Washington obra energética no pudo ser frenada a pesar de las limitaciones y obstáculos impuestos por los Estados Unidos a empresas occidentales ligadas al proyecto junto a la rusa Gazprom, y mucho menos aceptada la propuesta de sustituir el consumo eurooccidental proveniente de Rusia con importaciones masivas, vía marítima, de gas licuado norteamericano, mucho más costoso y agresivo al medio ambiente.
De hecho, el presidente Vladímir Putin destacaba por estos días que el Nord Stream 2 “permitirá a los consumidores de Alemania recibir un gas más barato que el que puede llegar a través de los gasoductos que pasan por otros países”, además de su altísimo grado de limpieza. Estos suministros parten de la localidad de Ust-Luga, en la provincia rusa de Leningrado, y pasan por el fondo del mar Báltico a través de las zonas económicas y aguas territoriales de Dinamarca, Finlandia y Suecia, para terminar en la ciudad alemana de Greifswald.
- Consulte además: Entre Dios y el diablo
Vale subrayar que el proyecto fue asumido por la firma Nord Stream AG, fundada por la empresa Gazprom, y contó con inversiones de las compañías ENGIE, OMV, Shell, Uniper y Wintershall Dea. La construcción del gasoducto comenzó en 2018.
Por demás, en torno al Nord Stream 2 se movieron además otras “consideraciones adversas” como la presunción de factura Made in USA de que con esa nueva ruta de suministros el Kremlin intentaría perjudicar a Ucrania, convertida en un pivote geopolítico para Washington frente a las divisorias rusas, y por donde cruzan también ramales de gasoductos del gigante euroasiático en dirección al oeste.
Y aun cuando de alguna manera este tema con relación a Kiev no fue soslayado en conversaciones y tratativas entre la Casa Blanca y sus socios europeos, lo cierto es que no puede hablarse de declaraciones vinculantes ni andares mancomunados sobre el asunto. Por su parte, Gazprom ha dicho que mantendrá el tránsito de gas por territorio ucraniano hasta 2024, tal como lo estipulan los contratos vigentes, y que no ha considerado cortes ni suspensiones en dicho servicio, incluso luego de esa fecha.
Lo cierto es que Europa Occidental requiere del gas ruso desde mucho antes del Nord Stream 2, y hoy con más interés cuando incluso existe un propósito bastante generalizado en la UE de cesar el uso de combustibles fósiles para el año 2050, por lo que las notables propiedades ecológicas del combustible ruso encajan perfectamente en ese proyecto.
En consecuencia, y por esta vez, todo indica que los Estados Unidos no pudo torcer del todo la mano de Berlín y de otros vecinos que se sirven de los vitales suministros energéticos de un gigante euroasiático para nada tan terrible y demoníaco como se le pinta.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.