Son estos tiempos de tormenta para América Latina, y quizás en ninguna otra oportunidad fue tan necesaria la reciente reunión del Foro de Sao Paulo, un espacio de reflexión y toma de decisiones de la izquierda de la región, ahora acosada por una reversión ideológica organizada y financiada por Estados Unidos.
La 23 edición de Foro –fundado en Sao Paulo, Brasil, en 1990 por iniciativa de los líderes Fidel Castro, de Cuba, y Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil- tuvo como sede en esta ocasión del 16 al 18 de este mes a Managua, capital de Nicaragua, país de Centroamérica donde se practica la democracia participativa como forma de gobierno, bajo la dirección de Daniel Ortega.
Su fundación resultaba una necesidad en momentos en que desaparecía el campo socialista europeo y el avance del neoliberalismo aprovechaba el cismo ideológico para fomentar aliados al sistema capitalista y su rector Estados Unidos. América Latina fue parte de esa realidad.
Durante tres días, 300 delegados de 22 países de la región y otras partes del planeta analizaron y discutieron el demarcador momento –entre izquierda y derecha- que se vive no solo en esta parte del planeta sino a nivel global con el ascenso de las políticas capitalistas, en detrimento de las grandes masas y con el propósito de aniquilar a la clase obrera y sus sindicatos.
Ahora mismo, Latinoamérica y el Caribe sufren los ataques de una extrema derecha enfocada en un retorno al poder mediante el derrocamiento de los gobiernos progresistas, el aniquilamiento de líderes y activistas sociales, el desprestigio de los ex mandatarios populares, como Lula da Silva y Cristina Fernández, de Argentina, entre otros mecanismos.
En el epicentro de estos planes que cuentan con el apoyo de los poderes legislativos y judiciales se encuentra Venezuela, en la que los conservadores amparados por el otro gran polo neofascista, la media privada al servicio de las oligarquías, resiste todo tipo de embates basados en un odio irracional hacia la Revolución Bolivariana y sus militantes, que es decir la mayoría del pueblo.
En los últimos cuatro meses, las fuerzas de la derecha, aliada de Washington y sus instrumentos de poder, como la desprestigiada Organización de Estados Latinoamericanos (OEA) han tratado de eliminar el gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro y evitar la celebración de elecciones libres y secretas, el próximo día 30, para elegir una Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
De ahí que las delegaciones presentes en la edición nicaragüense del Foro de Sao Paulo analizaran y trazaran pautas de acción y unidad para la izquierda latinoamericana y caribeña, donde aún se observan criterios dispares en algunas tomas de posiciones, siempre superables ante una situación que no admite vacilaciones.
Los últimos sucesos en Venezuela, la ingobernabilidad en Brasil, con un mandatario corrupto e ilegitimo, la lucha de la clase obrera en Argentina, enfrentada al neoliberal presidente Mauricio Macri, las próximas elecciones en Chile, que puede traer de vuelva al capitalista Sebastián Piñera y el próximo año en Colombia a un hombre de Álvaro Uribe, fueron hitos del debate de los partidos políticos y movimientos populares reunidos en Managua.
A este contexto que podría causar un cambio geopolítico favorable a las fuerzas retrógradas y relacionadas entre sí, se unen las declaraciones del presidente de Estados Unidos, el también ultraderechista Donald Trump, contra el gobierno de Caracas, con la amenaza de sanciones económicas si celebra los comicios para elegir los 537 miembros de la ANC.
Trump, un multimillonario que jamás ejerció un cargo público y está asesorado por elementos del más rancio conservadurismo republicano, también retrocedió en sus relaciones con Cuba el pasado 16 de junio, cuando ante un auditorio integrado por la recalcitrante comunidad cubano-americana hizo exigencias a la Revolución Cubana y consolidó el bloqueo económico, financiero y comercial que mantiene su país contra el pueblo de la isla.
Ello, a pesar de la firme postura mantenida por Cuba ante esa extrema medida que el ex presidente Barak Obama –firmante junto con su homologo Raúl Castro del restablecimiento de relaciones diplomáticas en 2014- afirmara que era una política fracasada y obsoleta.
Además de los análisis teóricos de la situación política latinoamericana y las fortalezas de la izquierda y los movimientos populares, que en los dos últimos años retornaron a las calles en reclamo de sus derechos civiles, sindicales y estudiantiles, por el medio ambiente, y la paz, el Foro de Sao Paulo acordó el llamado Consenso de Nuestra América.
Se trata del primer documento programático emanado de ese mecanismo, el cual recoge principios, propósitos, objetivos y prioridades y un diagnóstico de la realidad que debe ser transformada a favor de las mayorías, lo que no sería posible sin una hoja de ruta de unidad y cohesión de las fuerzas progresistas.
En sus 24 páginas, el Consenso de Nuestra América, dirigido también al resto del mundo, adopta como principios la democracia y la justicia social, la libertad y el bien común, la paz y la ética, la seguridad ciudadana y la lucha contra la corrupción.
Todo ello devendría solo un acuerdo en papel, sino contemplara también las medidas necesarias para alcanzar un trabajo cohesionado, global, de las organizaciones políticas y sociales, ya que, comprobadamente, y salvando las diferencias históricas y culturales de los pueblos, los problemas que afectan a la clase obrera latinoamericana poseen rasgos similares a los de otros continentes.
Reformas laborales y de jubilaciones, despidos, allanamiento de moradas, bajos salarios y otros temas comunes unen a millones y millones de personas en el mundo –todos al alcance de un clik en las redes sociales- que permiten una mayor capacidad de movilizaciones rápidas de exigencias o de solidaridad entre las poblaciones.
El Foro de Sao Paulo deviene entonces en un centro fundamental para la izquierda no solo para salvar lo conquistado, sino para detener la entronización de un neoliberalismo cada vez más agresivo, como expresara el representante de Cuba en la reunión, José Ramón Balaguer, el jefe del departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
La próxima reunión de esta herramienta de la izquierda se realizará en La Habana, capital de Cuba, en 2018.
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