Después de retirar el pasado viernes al 60 por ciento de sus diplomáticos de su embajada en La Habana, tras alegar que Cuba era incapaz de asegurar su seguridad, incapacidad por cierto que, como dijo el Canciller cubano ayer, en conferencia de prensa, se debe sobre todo a la exclusión por parte de Estados Unidos de la parte cubana de las investigaciones, Estados Unidos aseguró que pospondría, por falta de personal, de manera indefinida, el programa de reconciliación familiar de 20 mil visas anuales, así como la entrega de visas para viajar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, la administración de Washington lanzó una advertencia para que sus ciudadanos no viajasen a Cuba, por el peligro de ser afectados por la misteriosa «arma» que atentó contra la salud de 22 diplomáticos norteamericanos, y suspendió las reuniones bilaterales entre los dos países que, como parte de las negociaciones iniciadas en diciembre de 2014, deberían celebrarse en La Habana.
De igual forma, sin argumento lógico alguno, y luego que Cuba reiterara su disposición de continuar la investigación y pidiera no politizar el asunto, este martes el gobierno de Estados Unidos decidió, en «reciprocidad», retirar al 60 por ciento de los diplomáticos cubanos, medida que limita al extremo las funciones consulares en la embajada cubana.
No hay que ser un agente de la serie televisiva Expedientes X para darse cuenta de que resulta en extremo sospechoso que los dueños de la tecnología mundial y quienes, además, han utilizado armas biológicas contra los ciudadanos cubanos y realizado pruebas con radiación en civiles, niños y embarazadas de su propio país durante la Guerra Fría, se declaren incapaces de descubrir, luego de escamotearle las pruebas a los investigadores y médicos cubanos, el arma secreta que «enferma» a los norteamericanos en La Habana.
A falta de pruebas, la única arma que parece haber en todo esto es la misma que sucesivas administraciones norteamericanas han utilizado durante casi medio siglo contra la Isla: la del recrudecimiento del bloqueo contra un pueblo cuya resistencia y dignidad pretenden rendir por hambre.
En realidad, los llamados ataques acústicos, a quienes parecen estar dirigidos, más que a los diplomáticos o ciudadanos norteamericanos, es a las relaciones comerciales entre las dos naciones, el incipiente sector cuentapropista y, sobre todo, contra el derecho humano de reconciliación de la familia cubana.
Durante años, la propaganda anticubana emitida desde los Estados Unidos aseguró que era el gobierno cubano quien encerraba a sus ciudadanos en las fronteras de la Isla, pero como dice el dicho, más rápido se coge a un mentiroso que a un cojo. Detrás de las nuevas medidas tomadas por el gobierno estadounidense para arruinar las relaciones iniciadas por el presidente Obama, está, sin dudas, la mafia anticubana de Miami, quien ha sufrido en los últimos años la bancarrota de su negocio del odio. Estos últimos, además, son los únicos que probablemente apoyen, en todo Estados Unidos, al presidente más antipopular de esa nación en todos los tiempos.
¿«Ataques acústicos» o quién separa a las familias cubanas?
La solución del extraño caso de los llamados ''ataques acústicos'', que según Estados Unidos, han afectado la salud de una veintena de diplomáticos de ese país en La Habana, parece ser la de separar a la familia cubana...
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