Hay que no cansarse de advertir, en esta época de ciertas “redes sociales” y “desenfrenos mediáticos”, contra los pecados de ingenuidad, sosería o ignorancia, porque entre tales “atributos” pescan precisamente con fruición la mentira y la manipulación de los malos de sentimiento y de actos.
Así, por ejemplo, en un documental euro occidental que rueda por la “red de redes” destinado a “mostrarnos objetivamente” como avanza el proyecto económico chino de la Nueva Ruta de la Seda, se desliza sin mayores tapujos la peregrina idea de que con ese programa multinacional Beijing solo intenta controlar a sus integrantes y atarlos definitivamente a su estrategia geopolítica de “dominación global”.
Y curiosamente, al comenzar el presente mes de agosto, la Casa Blanca ha utilizado los mismos argumentos para anunciar sus nuevos “planes amistosos” con relación a Africa, en el confeso interés de obstaculizar la “creciente y peligrosa influencia de China en aquella región.”
Se trata, en pocas palabras, de que ahora la administración de Joe Biden pretende promover inversiones, comercio y asistencia a las naciones africanas donde, al decir del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el gigante asiático ha superado en influencia a Washington a partir de sus volúmenes de suministros y sus desembolsos financieros en proyectos locales, que han crecido en cuarenta por ciento entre 2010 y 2020.
De hecho, prueban otras cifras, si en 2001 los Estados Unidos asumía 15,5 por ciento del comercio de los países africanos y China el 4 por ciento, dos décadas después la proporción es del 5,6 por ciento contra el 25,6 por ciento “como expresión del liderazgo inexpugnable de Beijing.”
Pero hay otras características en ambos lazos bilaterales que no pueden ser pasados por alto.
Si en siglos pasados los traficantes norteamericanos fueron grandes beneficiarios del trasiego de esclavos africanos hacia América, no se conoce en cambio ningún involucramiento chino en tan brutal actividad.
China, a diferencia del Occidente imperialista, no trozó Africa a capricho, dividió etnias a su antojo, ni utilizó las rivalidades tribales para asentar ningún dominio colonial.
Tampoco Beijing, a diferencia de USA y sus aliados, promovió cuartelazos locales a favor de intereses extranjeros, remitió mercenarios blancos para sembrar el terror, o dio soporte a los regímenes racistas de Sudáfrica y Rhodesia y santificó al patronato del apartheid sobre Namibia.
Y tiempo después, llegada la hora de la independencia africana de sus metrópolis, el gigante asiático apoyó la lucha popular de liberación en aquel Continente, y contribuyó con las recién surgidas naciones en el desarrollo de infraestructuras económicas y sociales, los suministros básicos y de tecnología, y la preparación de especialistas locales en las más diversas ramas del saber.
China nunca ha pretendido apoderarse de espacios africanos. Sus relaciones con al área se basan en el respeto a la autodeterminación de cada país africano y a su total integridad. A la vez promueve un desempeño económico regional a partir del intercambio justo y mutuamente ventajoso, de ahí su aceptación y preferencia en aquella parte del mundo.
Todo ello conllevó que ya para 2009 fuese China uno de los más importantes socios de Africa en materia de comercio de bienes generales e inversiones en el sector de la industria, y en la construcción de puertos, carreteras, vías férreas, autopistas y núcleos urbanizados.
Todo sobre la base, vale recalcar, de financiamientos y créditos blandos, facilidades de pago y ayuda solidaria en caso de ser necesaria. Un comportamiento que se ajusta perfectamente a los cánones de lo que se ha dado en denominar el todavía en ciernes “nuevo orden económico mundial” tan vilipendiado y rechazado por Occidente y sus voraces monopolios.
Es más, y valdría la pena que sus impulsores lo tomen en cuenta, si lo que pretende ahora los Estados Unidos con respecto a Africa no se ajusta a los principios que rigen el comportamiento chino, es muy probable que sus expectativas queden truncas desde el mismo momento de su anuncio.
Y la explicación es de pura lógica. En reciente video de una conferencia sobre el tema, uno de los presentes dijo al ponente estar “alarmado” por la construcción china de puertos en Africa.
El experto recordó que quien necesita puertos debe ejecutar las obras pertinentes, y lo hará con quien le ofrezca un mejor precio, créditos serios, y un trato equitativo, decente y claro en el convenio…y China es el mejor contratista en ese sentido…quien quiera competir con ella pruebe si puede hacerlo a partir de parámetros diferentes… sentenció finalmente el analista.
Ahí está la clave del éxito de una nueva potencia que no existe, crece y avanza para arrollar, aplastar, presionar, agredir y violentar a otros con el propósito malsano de imponerle sus designios propios…y entenderlo sería bueno para los que demonizan a otros y solapan sus propios infiernos.
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