Desde 2018, en que el entonces presidente norteamericano Donald Trump decidió la arbitraria salida de su país del Plan Integral a Acción Conjunta, PIAC, sobre el uso pacífico por Irán de la energía atómica, el mundo viene siendo testigo de que las componendas a su favor rigen la actitud bipartidista gringa sobre tan delicado asunto.
La intención trumpista era lograr “mayores concesiones” iraníes en materia de desarrollo atómico como para ni “poner en peligro” al Israel sionista, ni permitir una mayor influencia regional y mundial de Teherán.
Entonces el pacto fue calificado por el también magnate inmobiliario como “un mal acuerdo”, y por tanto inaceptable en sus términos originales por uno de sus negociadores y firmantes más relevantes, junto con Gran Bretaña, Rusia, China, Francia y Alemania.
De entonces a la fecha, ni el cambio de gobierno en la Casa Blanca, esta vez liderado por el demócrata Joe Biden, (quien en su campaña electoral prometió regresar al PIAC) han logrado que los círculos de poder norteamericanos den marcha atrás a la “ocurrencia” de Trump.
El asunto es claro: Biden, que ha llegado a auto calificarse como sionista él mismo, sigue aferrado a sacar lascas a Teherán a cambio del retorno gringo al PIAC, de manera que su ofrecimiento electoral no pasó de los dientes hacia afuera.
No obstante, desde abril del pasado año, Viena acoge a los restantes firmantes del pacto en un esfuerzo -no pocas veces mediatizado por los representantes euro occidentales proclives a Washington- por reanimar el PIAC y reasumir incluso una reincorporación de los Estados Unidos.
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No obstante, la Oficina Oval persiste en seguir dando vueltas alrededor del tronco y sobre el mismo cenagoso sendero, en la insulsa espera de que Irán asuma compromisos más allá de los que ya están enlistados en el documento original.
Al mismo tiempo, y como pretendida arma de presión, Baiden mantiene intactas las sanciones económicas ideadas por su antecesor para “convencer” a la República Islámica de torcerse en brazo a tono con los intereses gringos.
Y si por estos días se ha hablado por diferentes fuentes informativas, tanto occidentales como iraníes, de la posible conclusión de las negociaciones de Viena con un tentativo retorno norteamericano al PIAC, lo cierto es que Teherán ha sido muy enfático en aclarar que sus “líneas rojas” en relación con el documento no cederán un ápice.
En consecuencia, todo arreglo debe contener el fin inmediato de las sanciones unilaterales de USA contra Irán, y la más efectiva garantía de que los Estados Unidos se abstendrán de nuevas medidas de chantaje, incluido un retiro unilateral del acuerdo, en un intento por imponer sus particulares deseos y condicionantes a los demás.
Mesa servida entonces a la espera de que Washington decida que hará o dejará de hacer.
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