Ser papá no tiene manual de usuario, ni una guía de buenas y malas prácticas que sirvan como referentes. Ser papá, al igual que ser mamá, es el aprender día a día de equivocaciones y de aciertos, por eso cada padre es diferente al otro y eso es lo que los hace especiales; únicos.
¿Quién dijo que palabras como ternura, presencia e incondicionalidad, tradicionalmente asociadas a lo materno, no pueden aplicarse a los padres?
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Cada tercer domingo de junio celebramos el Día de los Padres y siempre llegan los buenos abrazos, un "Te Quiero", "Te extraño"... Pero no solo debe ser este día, sino todos.
Este día tampoco faltan las reuniones familiares o la compra de algún perfume o una camisa y, sin dudas, muchos aguantan sus lágrimas por la ausencia de su padre, o su lejanía, o sus pocas atenciones, o su olvido total. Pero otros se salvan de ese “saco” y son felices asumiendo su responsabilidad.
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Algo está cambiando, quizá lentamente, pero con fuerza. Ellos, cada vez más, no solo ejercen una paternidad más amorosa, sino que exigen se les permita hacerlo.
Tanto los padres, como las madres, son el puntal por el cual se sostienen nuestros hijos y que, gracias a nuestra educación, el día de mañana serán hombres y mujeres de bien.
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