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sábado, 23 de noviembre de 2024

Mamá y yo

Mi mamá se llama Teresa, como mis difuntas abuela y bisabuela. Hoy la convenzo para que me hable un poco de “nuestra infancia”...

Mairely Ramón Delgado
en Exclusivo 10/05/2015
5 comentarios

Mi mamá se llama Teresa, como mis difuntas abuela y bisabuela. Nació en un pueblito de la provincia Granma, llamado San Ramón, que hoy existe en mi nostalgia y mis recuerdos de vacaciones con un mar bordeado por el mangle y la orilla fangosa, propia de la costa sur, que se divisaba desde una casita con árboles frutales, gallinas, palomas… polvorientos caminos de tierra.

Mi más fiel lectora es una excelente costurera. Y vi sumarse tantos años de trabajo frente a aquella vieja Singer donde también cosía mis ropas, que cada vez que veo una no puedo evitar contemplarla unos segundos a modo de homenaje. Hoy, cumplidos los 62 años y casi llegando a su 42 aniversario de casada con mi padre, la convenzo para que me hable un poco de “nuestra infancia”, esa que, desde la perspectiva de los hijos, nunca será igual a la de las madres.

“Tu papá y yo vinimos para la Habana recién casados, porque lo llamaron del servicio militar y él no quería que nos separáramos. Vivimos en Cojímar hasta que cumpliste cuatro años. Luego nos mudamos para acá, para la Ceiba.” ¿Y cuándo aprendiste a coser? “Eso fue antes. Mi mamá era quien cosía para la calle y también nos vestía a mis hermanos y a mí, pero al morir ella yo tenía unos doce años, pasaba mucho trabajo, así que tuve que aprender sola”.

“A tu papá por el servicio le pagaban 7 pesos cubanos y a mí, por estar casada con él, 30 (risas). Y yo, para aportar algo más en la casa donde vivíamos agregados, me puse a coser para la calle. Antes la gente sí se compraba telas para hacerse vestidos y otras cosas. Hoy no, hoy a lo que más vienen es a arreglar.” Y de los retazos me hacías vestiditos a mí. “Sí, como siempre fuiste tan hermosa (risas), con un cachito de tela te salía una sayita, un shorcito, una blusita”.

¿Recuerdas cómo empezó mi hábito de lectura? “Yo te leía para dormirte, y ya se te quedó la costumbre. A tu hermana también, pero con ella la que se quedaba dormida era yo (risas). A ti tenía que apagarte la lamparita porque era de madrugada y tú seguías leyendo y leyendo, ¿te acuerdas? Yo tenía que levantarme de nuevo y decirte, ¡a dormir, que mañana hay escuela! Tu papá y tu tío te llevaban mucho a las librerías…”

¿Y cuándo te atrapó a ti la lectura? “Bueno, cuando empecé la secundaria yo decía, mira a estos qué bobos leyendo novelitas de amor. Pero un día me dio por leer una y me atrapó. Después ya no eran tanto esa novelitas de Corín Tellado, sino libros como Las honradas y Las impuras, de Carrión, los cuentos del Decamerón, de Boccaccio…”

No hay escuelas de padres, como no hay escuelas de hijos. Mamá, ¿cómo se aprende a ser mamá? “Ay hija, imagínate, dándote trastazos. Yo misma estaba sola, con el parto igual, es decir, tenía gente que me quería, pero no eran mi familia. Y uno necesita a la familia. Uno no nace sabiendo ser madre, qué te puedo decir, eso se aprende por el camino.”

¿Y las partes bonitas de la maternidad? “Ay, sí, cuando el bebé se mueve en el vientre, las cositas que uno va preparando para la canastilla. Claro que antes había más cosas en las tiendas, y tú las comprabas, aunque se mejoraban después, se las adornaba. A ustedes  les hablé mucho desde pequeñas, tanto, que mi hermana me decía, “¡pero esa niña ahorita habla!”

“Me acuerdo que la señora de la casa donde vivíamos, en Cojímar, que ya estaba muy mayor, te cargaba para yo poder limpiar, lavar, coser, y te cantaba décimas guajiras. Un buen día empezaste a pedirme las cosas con el mismo cantaíto, como si me estuvieras cantando una décima (risas). Nadie sabe, a lo mejor lo tuyo de escribir vino por ahí.”  

¿Qué le aconsejarías a una mujer que se prepara para ser madre? “Que se guíen por los consejos de los mayores, eso nunca va a estar de más. Más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Claro que uno también debe saber cómo dar los consejos, nunca es bueno imponerlos.”

Y ahora que mi hermana va a tener un bebé, ¿cómo se siente estar esperando al primer nieto? “Ay, todavía no me lo creo. Imagínate… lo más grande. Aunque también me pone un poco triste, no puedo evitar pensar en mi mamá…” A ver, cuando te digo maternidad, ¿qué palabra te viene a la mente? “Amor… esa es la palabra”. 


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Mairely Ramón Delgado

Dazra Novak (La Habana, 1978). Escritora. Licenciada en Historia. Tiene varias publicaciones y premios literarios. Habana por dentro es su ventana personal al mundo.

Se han publicado 5 comentarios


aymee
 14/5/15 13:57

Hola, me gustó mucho tu articulo, mucho amor y sensibilidad, es verdad que las madres son un gran tesoro y lo sabes más despues que tenemos la dicha de serlo, porque comprendemos los sacrificios y la gran responsabilidad que tenemos. gracias por este artículo.

Dazra Novak
 13/5/15 9:31

Gracias a las tres por los comentarios y más, por dedicar unos segundos a compartir opiniones! Saludos

Admiradora
 12/5/15 12:51

Dazra Novak, usted me llena de ternura cada vez que escribe, sencillez, sensibilidad, delicadeza, elegancia. Gracias.

maraia del carmen
 11/5/15 21:52

me encanto todo lo q escribiste de tu mama, se me aguaron los ojos, yo q no soy de llorar

daylin
 11/5/15 14:09

que lindo ,a las madres hay que quererlas mucho, ese es el tesoro mas grande que un ser humanos pueda tener,claro, despues de los hijos,te felicito.

 

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