Todo saldrá bien

Esta cinta se titula Todo saldrá bien y —paradójicamente— cuenta la historia de un escritor de vida personal muy mediocre —constantes discusiones con su novia, muy bajos ingresos económicos— que arroya con su auto, sin querer, a un niño pequeño.

Después de esta escena, que ocurre dentro de la introducción aristotélica, o sea, en los primeros diez minutos del filme, ¿cómo pueden las cosas salir bien?

Pero confíen, que Wim Wenders sabe lo que hace. Este director, de origen alemán, ha tenido una filmografía muy prolífica y ha demostrado con creces que sabe hacer cine.

A lo mejor ustedes recuerdan su obra La letra escarlata, que es una cinta basada en la novela homónima de Nathaniel Hawthorne cuyo guión Wenders adaptó al cine para poder dirigir. En realidad, en la larga filmografía de Wenders hay muy pocas películas cuyo guión no haya escrito él mismo. En cambio, con Todo saldrá bien —Everything will be fine su título original— parte de un guión del noruego Bjorn Olaf Johannessen.

Desde los primeros minutos de la película se nota la mano de un maestro dirigiendo. Hay que ver la concisión en la presentación de los personajes, la elegancia extrema con que se narra la escena del accidente. Luego, cómo se muestra el conflicto interior del personaje de James Franco ante este suceso traumático, que termina cambiándole por completo la vida.

Todo saldrá bien (2015) ansía ser una cinta novedosa por lo desconcertante. Parece que Wenders quiere forzar a sus personajes al límite de la comprensión. Donde cabría ver gritos, dolor, agitación y caos; Wenders presiona por mostrar comprensión y relajación.

Ahí donde la madre del niño asesinado debía conmocionarse —es lo esperado— ella le pide al asesino de su hijo que camine un rato con ella, lo invita a pasar la noche juntos y coloca con bondad la cabeza en sus piernas. Para colmo de incongruencia, allí queda profundamente dormida. “No te culpo”, le aclara, “rezo por ti en mis oraciones”.

En La Ilíada, historia —por antonomasia— patrimonio imperecedero de la humanidad, el padre de Héctor besa los pies de Aquiles, asesino de su hijo. Eso es tan absurdo de esperar que Aquiles no puede sino admirarse. Con esa inmensa premisa literaria en el inconsciente, Wenders sube la parada: hay tanta comprensión y ternura por parte de la madre del niño asesinado hacia su asesino que el espectador no puede sino desconcertarse.

Hay un filósofo alemán que me encanta —Heidegger— que dice que cada vez que una obra de arte hace un planteamiento nuevo se libra una disputa entre ella y el mundo. En otras palabras, que es normal que cueste aceptar la comprensión extrema de la actitud de los protagonistas en Todo saldrá bien.

Y es que todos los personajes de esta cinta, plagada de planos generales que apoyan la imperturbabilidad de los paisajes, se ponen en el lugar del otro. Son seres humanos llenos de imperfecciones, de errores, pero saben perdonar y, sobre todo, comprender. Son, como el paisaje que los rodea, seres ecuánimes por naturaleza. Tienen un modo de obrar que implica que puedan en verdad dialogar con el otro como con sí mismo.

Todo lo nuevo, decía Heidegger en El origen de la obra de arte, es extraño e incomprensible, pero a la vez familiar, porque precisamente gracias a que existe podemos entender mejor el mundo que nos rodea.

Wenders crea caminos vírgenes. Siempre ha sido así. Con Todo saldrá bien se aventura incluso a dar una respuesta del porqué de la muerte del niño, un hecho dramático que es tomado con parsimonia por la propia madre de la criatura, interpretada por la francesa Charlotte Gainsbourg (el mundo la conoce como la protagonista de la película de Anticristo y de Ninfomaníaca, de Lars Von Trier).

El personaje de Charlotte lo aclara: “Si el niño ha muerto ha sido por una razón; ha pasado por algo, le dará sentido a algo que todavía no intuimos”. Como eco de sus palabras, la vida de cada uno de los personajes de la cinta cambia para mejor después del accidente. La muerte del niño le da al James Franco escritor ese fuego interno que necesitan los creadores para exorcizar sus miedos con autenticidad. Se convierte, de amateur a profesional de renombre. Incluso, su vida amorosa, antes pobre e impertinente, se transforma en algo maravilloso. Precisamente porque lleva una culpa pesada dentro valora más la vida.

La muerte del niño, que cambia a todos los que tuvieron que ver con el suceso, provoca más reacciones positivas de las que pudiera esperarse. Como si en el mundo los percances más horribles sucedieran por una muy buena razón. Así de desconcertante es la propuesta de Wenders. Depende de cada espectador secundarla o no.