En la escena inicial de Selma, el doctor Martin Luther King Jr. se viste para recibir el Premio Nobel de la Paz de 1964. En ese momento de calma, a miles de kilómetros de la batalla que libran en los Estados Unidos, él y su esposa Coretta sueñan con un futuro donde lleven una vida normal: una casa, una pequeña congregación que liderar... Pero ambos saben que eso no va a suceder en el futuro cercano. Martin es más que ese simple pastor con una casa y una pequeña congregación, es la cara y el alma de un movimiento que trasciende las vidas individuales, pues lucha por los sueños y vidas de millones. Este abril se cumplen 52 años del asesinato del Dr. King y por esa razón hablamos hoy de Selma, película dirigida en 2014 por Ava DuVernay.
El filme sigue al Dr. King en uno de los momentos más importantes de la lucha por los derechos civiles y la igualdad racial en su país. El derecho al voto para todos los ciudadanos sin importar su raza ya era parte de la constitución, pero en la práctica, la segregación y la supresión del voto negro eran la ley impuesta por la fuerza y la costumbre. El pequeño pueblo sureño de Selma se convierte en el ojo de la tormenta mientras cientos de personas lideradas por el pastor King deciden marchar hasta Montgomery, capital del estado de Alabama. Esa marcha cambiaría la historia.
Martin Luther King había ganado relevancia dentro y fuera de su país desde que en 1955 liderara el boicot a los autobuses de Montgomery. En los 13 años que estuvo al frente del movimiento abogó siempre por la lucha pacífica y en la actualidad se le sigue considerando un ícono mundial de las luchas por la igualdad. Por esas razones es enorme el mérito del actor británico David Oyelowo. Su caracterización es tan acertada que por mucho tiempo costará imaginar a alguien más en el papel. Su voz en particular es una réplica cabal del tono y la cadencia del Dr. King. Al cerrar los ojos y escucharlo la diferencia es imperceptible.
Pero Selma no es una biografía. Es la crónica de un momento específico y de varios de aquellos que fueron parte de el: Del presidente Lindon B. Johnson (Tom Wilkinson), quien pasará a la historia como el mandatario que terminó, al menos legalmente, con varias de las trabas del pueblo afroamericano, aunque requirió que se le forzara la mano. También de George Wallace (Tim Roth), el gobernador de Alabama que eternizaba la segregación en su estado; de Coretta Scott King (Carmen Ejogo), esposa del reverendo; de varios de los activistas que lideraban el movimiento de los derechos civiles; y por último y en especial: de los cientos de hombres y mujeres, negros y blancos, que tuvieron el valor de defender su certeza moral.
Ava DuVernay y su equipo realizan una excelente reconstrucción de los años ´60. Se nota lo personal que le resulta la historia en su acercamiento a las víctimas, en la captura del horror y el sufrimiento que podía acarrear ser negro en los Estados Unidos, particularmente en el Sur. En el 2016 DuVernay retomó el tema al realizar el documental nominado al Oscar y ganador del BAFTA y el Emmy: 13th, obra que explora el racismo en su país en la actualidad, sobre todo en su relación con el sistema judicial.
Requiere gran valor como realizadora acercarse al Dr. King, el héroe más grande de la comunidad afroamericana de los Estados Unidos. Sin embargo, tampoco lo pinta como un hombre perfecto, porque esos no existen. Buena parte del largometraje se centra en las complejidades de la vida matrimonial y familiar expuesta a una situación tan compleja, marcada por constantes amenazas de muerte, viajes por todo el país y la vigilancia del FBI de J. Edgar Hoover. Los registros de esta agencia son el hilo conductor de los acontecimientos narrados, pues aportan veracidad y un tono documentalístico a una obra que en general no pretende ser una imitación exacta de los seres que aborda.
Cierto es que por momentos Selma abusa del sentimentalismo de la situación y se vuelve demasiado grandilocuente, aunque es enteramente comprensible. La magnitud del tema y de la figura que explora es enorme. Sin embargo, no creo que le reste nada a la calidad del producto final. La historia que cuenta podría ser considerada como demasiado dolorosa y en cierta medida vigente para ser representada de otra forma.
Selma es una película valiente, porque Martin Luther King merece lo mejor. Se fue muy pronto, apenas con 39 años, pero hizo mucho. Soñó... y logró que muchos lo acompañaran en su sueño.
A veces la historia se hace en un pequeño lugar, por gente común que decide unirse y hacer que sus sueños de igualdad se escuchen. Esta película cuenta uno de esos momentos. Una simple marcha de 50 millas entre Selma y Montgomery fue un sueño hecho realidad que hizo historia. Lo protagonizó un gran hombre, pero Selma no es la recreación de la vida de un solo hombre, por muy grande que ese haya sido. Es la vivencia de millones, es el sueño de millones. Selma es una película necesaria, y el sueño que cuenta merece ser escuchado.
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