Quién quiere vivir para siempre

Todos, al menos alguna vez en nuestra vida, hemos soñado con ser inmortales. Este es un sueño tan viejo como la humanidad misma. ¡Oh, la utopía de la vida eterna!, ¡oh, quién pudiera no envejecer!

Conociendo el interés de la gente en el tema —no es secreto para nadie—, el director norteamericano Lee Toland Krieger corona su tercera producción conEl secreto de Adaline (2015), cinta que narra la historia de Adaline Bowman, una joven que a sus 29 años de edad le ocurre un accidente por el cual se vuelve inmune al paso del tiempo, o sea, su cuerpo no envejece.

Aunque a primera vista ser inmortal pudiera parecer una tremendísima buena noticia, para la protagonista implica un sufrimiento agotador: como su aspecto no coincide con su edad, debe mudarse cada una década del sitio donde vive. Además, no puede formar una pareja estable porque no tiene la posibilidad de envejecer junto a él. De ahí deriva, inevitablemente, una pregunta: ¿El amor solo tiene sentido si se envejece juntos?

Pero bueno, así las cosas… Hasta que Adaline conoce a un carismático y culto muchacho que la hace desear ser mortal para vivir una vida común a su lado. Por cierto, que se demora bastantes décadas en encontrar a un hombre sexy, inteligente y además actor de la serie Juego de Tronos (al parecer estos hombres no crecen en las ramas de los árboles).

Es el eterno deseo del hombre y la mujer, conseguir la vida eterna. Todos sabemos que el único que lo ha conseguido es Indiana Jones (Harrison Ford), que casualmente aparece en el reparto de la película.

Si bien la historia no es algo novedoso, ya que el tema de no envejecer ha sido desarrollado en otras películas como en The man from earth, es emotiva y mantiene al espectador atento.

Es fascinante ver esos lugares olvidados que Adaline vivió en sus mejores tiempos, dejando clara la naturaleza cambiante de un mundo que ninguno de sus habitantes debería ver desde fuera, como ella. Hay algo de cierta poética sobre el paso del tiempo, sobre como las noticias de hoy serán las notas a pie de página de mañana, y como, incluso, grandes eventos del pasado apenas son casi leyendas que no parecieron ocurrir.

La interpretación de Blake Lively (Adaline Bowman) es apropiadamente misteriosa, pero demasiado vacía para que el público empatice con su personaje. Quizás el problema resida en el guión, que no le da mucha profundidad y esquiva la refutación conceptual para llevar el filme al terreno del melodrama más fácil.

En resumen, una cinta un tanto diferente a lo que nos tiene acostumbrado Hollywood, pero no demasiado. Entretiene, que es acaso suficiente. ¿Qué más se pudiera pedir? Tengo la respuesta: Whiplash (lo siento, tengo debilidad por ella).