Cualquiera es feliz siendo turista en Venecia

En el mundo de la parafernalia cinematográfica se comenta que uno de los tres guionistas responsables del filme El turista se peleó con Johnny Depp y, en consecuencia, le dio a su personaje en esta cinta parlamentos que lo hacían ver como un tonto.

Pero es que la película entera está construida con banalidades. Como esa vez que Angelina Jolie entra a un local y nada más ante su “gloriosa” imagen los hombres y mujeres allí presenten se apartan y le abren paso…, como si de analogía bíblica de Moisés y el mar Rojo se tratase.

Sí, ella es una mujer bella, pero no hacía falta que eso fuera prácticamente lo único que comunicara la película. Porque más allá del maquillaje de Angelina Jolie —eso sí, estupendo— no hay demasiado en El turista. La cinta es ante todo un pretexto para que la Jolie y el Depp coqueteen en la pantalla grande.

Quizás eso sea suficiente. Florian Henckel von Donnersmarck, director de cine alemán a cargo de la cinta, nunca pretendió ganar premios de la crítica ni ser éxito de taquilla, solo entretener. Y por supuesto, mostrar a Venecia. Qué mejor incentivo para hacer un filme.

El argumento: Johnny Depp es un turista medio soso y sin carácter que viaja a Venecia para recuperarse de un desastre amoroso. (A lo largo de la película los guionistas no se ponen de acuerdo en si Depp es divorciado o viudo. Al final los espectadores nunca nos enteramos de cuál de los dos, que tampoco es que importe… Lo que sí es vital en la información es que Depp está libre para estar romanceando con Angelina). Por su parte, Angelina Jolie —su personaje, quiero decir— va a Venecia porque allí la citó un criminal millonario con el que ella tuvo una historia de amor hace par de años. En el viaje coincide con Depp —para gozo de sus fanes— y coquetea…, sin mucho esfuerzo histriónico.

Hay que ver la poca energía actoral que le imprimió Angelina Jolie a su personaje. Es que mantiene la misma cara cuando declara su amor que cuando derriba hombres en el Gran Canal de Venecia. Incluso, la química entre ambos actores deja qué desear. Otra cosa bien diferente, en cuanto a empatía, fue la que mostró Depp con Winona Ryder en Eduardo Manostijeras, de Tim Burton. O la que todos disfrutamos entre Angelina Jolie y Brad Pitt en Sr. y Sra. Smith, de Doug Liman.

Pero, oh, Venecia. Ella sí está sublime en la cinta. Su palacio Grassi, sus cuatro kilómetros húmedos de río por el medio de la ciudad… Qué mejor lugar para encontrar a dos íconos del celuloide mundial.

En El Turista se menciona par de veces a Jano, que en la mitología romana era el dios de las dos caras. Teniendo en cuenta ese detalle, y que Florian Henckel von Donnersmarck es el realizador de La vida de los otros, una de esas películas que bajo ningún concepto se puede dejar de ver en la vida —superior, mágica, ganadora del Oscar del año 2006—, quizás haya otra lectura para esta cinta.

Posiblemente desde la primera escena, esa en que un camión negro sigue a Angelina Jolie a cinco metros de distancia sin que ella apenas lo note, Florian Henckel von Donnersmarck nos está subrayando —explícitamente— que no pretende más que entretener: par de sonrisas, alguito de sátira con respecto a las películas de espías y mucho de pasar un rato agradable. En definitiva, cómo se pudiera no estar a gusto en unas vacaciones por Venecia.