El reparto es un producto y a la vez reproductor de una “cultura de mosaico”, donde predomina el pensamiento asociativo sobre el pensamiento lógico o racional. Inmersos en este sustrato, los consumidores son seducidos más que convencidos, mediante métodos estéticos de persuasión. Se les mueve a estados mentales y conductas que interesan a los persuasores, son encantados con el brillo y el erotismo, se movilizan sus emociones mediante una profusión de estereotipos y metáforas conceptuales.
Por su lenguaje desinhibido y provocador, por sus fraseos y sorprendentes analogías, funcionan como una “minoría creativa”, que, cual argumentó el historiador A. Tynbee, tienen el poder de conquistar la simpatía de gran parte de la población y de trasformar su moralidad.
- Consulte además: El reparto y la banalización de la violencia machista (I)
La reiteración de asociaciones (por similitud, por sorpresa, por contingencia, por semejanza de sonido…) genera una representación estereotipada de la mujer y de las relaciones de parejas, que se inoculan en el subconsciente. Temas con una carga significativa que expresa la erotización patriarcal de esta relación.
Esta banalización del machismo comprende la reducción y el traslado, la reducción connotativa de la violencia de género y su traslado del campo de lo “grave” o “intolerable” al campo de lo “normal” y “permitido”. Mediante una serie de asociaciones representativas y automatismos de percepción que conduce a las víctimas del rincón de los afectos a la luneta de los efectos, donde se sienten “a su aire”, en la órbita de lo que más suena.
- Consulte además: El reparto y la banalización de la violencia machista (II)
Manipular no es el propósito de sus exponentes, pero se aprovechan de otras manipulaciones, la de los fabricantes de las marcas y los consumismos. Se montan sobre sus operaciones de banalización, sus reduccionismos y esa profusión de analogías que cosifican a las mujeres y focalizan su valor en la forma del cuerpo, en su piel y su apariencia, en su sensualidad y su poder de “amarrar la pieza”.
Esto comprende estereotipos más globales como el del “Latin Lover” y la “Spicy Mami”.
El “Latin Lover” es el macho latino hipersexualizado, una iconización construida alrededor de su constante conquista de mujeres y su insaciable deseo sexual. Se simboliza por famosos del género urbano como Daddy Yankee, J. Balvin, y Maluma, con canciones repletas de palabras que cosifican a las mujeres, con ciertas preponderancias como “Baby”, “Cuerpo” y “Mami”.
Una representación que se enfocan en el cuerpo de la mujer y que muestran que no solo quieren sexo, quieren estar en control de ello. J Balvin lo resume en su tema “Downtown”: “No se vale el empate, esto es hasta darle jaque mate/ Hasta que uno de los dos se mate/ Si quieres yo bajo y de una me pongo pal’ trabajo/ Suelta el estrés, baby, yo te relajo.”
Como en “Cuatro babys” donde Maluma canta: “Estoy enamorado de cuatro babys, siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo, ninguna me pone “pero”. Dos son casadas, hay una soltera, la otra medio psico y si no la llamo se desespera. Estoy enamorado de cuatro babys, chingan cuando yo les digo, ninguna me pone pero”.
Este tema según académicos de la Universidad de Chile mostró los mayores niveles de violencia de género, concentrando 44 menciones de violencia, 30 de las cuales fueron de violencia simbólica. Fue también la canción que concentró más menciones violencia económica.
Según este estudio para analizar la evolución de cinco tipos de violencia de género (física, sexual, económica, simbólica, y psicológica) en las letras de las canciones de reguetón más populares en América Latina entre los años 2004 y 2017, de 70 canciones analizadas, el 84.3% contaban con 568 menciones que aludían a alguno de los cinco tipos de violencia de género.
- Consulte además: Otra mala de Maluma
La “Spicy Mami” es el estereotipo de la mujer latina, que la significa como sexualmente agresiva y abierta. Se simboliza por marcas como Natti Natasha, Karol G y Becky G. Con canciones cuyas palabras más frecuentes son “Mala”, “Toca” y “Baby” Para representarlas en control de una situación sexual. Una dominación sexual agresiva que se informa en la canción “Punto G” (2019) de Karol G con la letra, “Apaga la lu’, que oscurito lo prefiero/ Lo que quiere’ tú, ya yo lo pensé primero.”
- Consulte además: El reparto y la banalización de la violencia machista (III)
Como expresamos anteriormente, las mujeres son raptadas pero lo gozan. Subsumidas en los ideogramas que están de moda; compiten según la axiología impuesta, la de los machos, la de los reguetoneros. Vociferada desde las bocinas en nuestros barrios y desde las plataformas dominantes de la Industria Musical.
“Ya veo que las burlas y los chantajes se hacen más viral que los sentimientos de una persona hacia otra el cariño y el respeto hacia un artista que mundialmente está pegao y yo como fan solo fui a tocarlo” comentó la adoradora de Bebeshito violentada en Camagüey. Ella movió aquel acto denigrante a un asunto de las redes y el suyo, su irrupción en el escenario, a un querer tocar a un famoso, bajo el foco de todos, a mera cuestión de efectos.
Es el pasillo estrecho en que se mueve, donde la condujeron los estereotipos, por asociaciones sucesivas, a ritmo de reparto. Es este el espacio de intersubjetividad que le permite percibir no solo sus actos, sino también los actos de los otros, en su tiempo y espacio, en su cotidianidad y en su barrio. Donde se inserta y se reconoce, donde se comunica con los otros, donde se calla o la silencian.
Un pasillo enmarcado, que deja “adentro” solo un conjunto de esquemas interpretativos y determinados aspectos de significación personal y cultural. Otros quedan “fuera”, inutilizados para su emancipación, para valorarse a sí misma y a los otros que la violentan física y simbólicamente. Desde allí se orienta y significa todo, banaliza el machismo y normaliza la violencia de género.
Dentro de este marco de significación se configura su identidad personal y de género; define y valora lo que es y desea ser; el conjunto de atributos de semejanzas y diferencias que limitan la construcción simbólica de ser mujer y las expresiones de su feminidad frente a los machos.
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